Wednesday, January 29, 2014

Despegamos

Agosto, 20XX

«¿Recuerdas lo que pactamos? ¡Hemos de morir hasta que declaremos visto el espacio sideral! Estábamos al pendiente de las noticias sobre cómo iba el progreso del proyecto y de que se veía lejano. Aun así, llegamos a este día. ¡Y míranos! En la fila, hasta en frente. Sí que tienes privilegios cuando cumples 75 años. Te diría que nos aseguramos un espacio en seguida de la ventana, por que sé que te encanta estar enseguida de la ventana, pegar la cara contra ella y empañar el cristal con tu aliento. Como aquella vez que viajamos a la capital a un festival de cultura India. Por alguna razón, siempre te gustaron esas películas de Bollywood. Cantabas y baialabas las coreografías, mientras yo sólo te veía, grababa tus movimientos en la mente, y quería soñar que bailaba contigo. Ahora que estoy viejo me arrepiento de ello, nunca logré forzarme ese sueño y nunca me atreví a moverme junto a ti. Te diría que nos aseguramos un espacio en seguida de la ventana pero ¿adivina qué? ¡Tenemos vista total! ¿Apoco no es magnífico? Los científicos de alguna manera se las arreglaron para que el techo sea como un quema-cocos que lo cubre todo y no tendremos que usar trajes especiales. La gravedad y la presión no son algo para preocuparse, estaba viendo unos folletos que me dieron en la agencia. Sí te los enseñé ¿no?»
No hubo respuesta.
Un hombre de 75 años se monta abordo del primer proyecto de "Turismo espacial". Todos iban acompañados; la mayoría eran ricos con imperios cibernéticos y políticos que aplican el reciente impuesto de "Cuerpo", que consta de cobrar por el simple hecho de tener un cuerpo. Y entre más sano, más caro el impuesto. (Ya se imaginarán de la salud en general).
El viejo no usa bastón, trae puesta una boina café vieja, una camisa de botones, unos pantalones beige y unos zapatos negros. Sus lentes combinaban con sus arrugas, estaba formado en la fila para entrar. Quería escanearlo todo con su vista, y atesorarlo por el tiempo que le quedase. En sus manos traía un jarrón de cerámica, con un estilo rústico y algunos rasguños pequeños a los lados. Fuera de eso estaba muy bien cuidado. Tenia unos diseños que rodeaban todo de varios colores y patrones, y firmado con una cursiva de buena caligrafía "Emma". Dentro estaban las cenizas de su difunta esposa. También traía una pequeña maleta, que un empleado le ayudaba a cargar.
«Oh Emma» continuó el anciano, en su pensamiento «Que bueno que estés conmigo, que podamos ver esto, y mejor aun, nos cobraron 2x1. No es que no haya estado preparado, desde hace mucho ahorramos» Sonrió tristemente. Nadie se percató; la mayoría estaban ocupados tomando fotos y subiéndolas a redes sociales.
Ya una vez dentro, una azafata vestida elegante se pone frente a todos e intenta llamar su atención. Da las indicaciones:
—HUH agradece a todos los tripulantes de ésta primera nave su confianza en nuestro servicio de turismo espacial. Nos comprometemos a ofrecerles una experiencia inolvidable, y brindarles el mejor servicio posible.
     Después dio indicaciones sobre las funciones de los botones alrededor de los asientos, una breve explicación de HUH y su objetivo con el turismo espacial. La tripulación parecía emocionada, con sus cámaras en vivo móviles listas, aprovechando la inversión que hicieron en Internet Universal (que por primer vez usan). Algunos presumían con el de a lado que eran amigos de algún individuo de HUH. Los niños consideraban apagar sus videojuegos portátiles. Un par de jóvenes de familias distintas se conocieron, se fueron al fondo, donde había 4 asientos libres y uno junto al otro, empezaron a hablarse. Se contaron sus aficiones y metas, sus formas de ver el universo y sus opiniones del progreso humano. Sus palabras no eran demasiado relevantes, en realidad, eran mundanas, eran típicas, eran palabras que dicen todos y no llegan a nada. Sin embargo, uno se veía al otro con un interés particular tanto físico como mental. El anciano, que estaba sentado al frente, volteó hacia atrás, los vio comparar el tamaño de sus manos uno con el otro y las reacciones que hacían, él, que tenía su jarrón en el regazo, lo cubre con su mano -el tamaño era parecido al de una maceta pequeña-, el dedo medio del anciano alcanzaba la tapa si ponía su mano desde la base. Recordó que solía hacer lo mismo con Emma. La mano de él era mas grande, y al entrelazarse, ella solía compararlo con instrumentos musicales. «Yo soy un violín y tu un cello» decía, «Tú das la base y yo soy la armonía, la bonita», y era cierto, Emma, a pesar de que murio a los 50 años a causa de una enfermedad terminal de "nueva-era", mantenía una belleza afable. Ca gente le solía decir que no aparentaba los 50, aun cuando estaba demacrada por la enfermedad. Las arrugas nunca le llegaron, le gustaba llevar una dieta saludable, y hacía varios tipos de ejercicios. El anciano también comía saludable, no le quedaba de otra. Cuando vives junto a otro, los estilos de vida de ambos se fusionan para crear uno nuevo, aunque a veces mande mas uno que otro; sin embargo, nunca le angustió llevar una dieta saludable, de hecho, se deleitaba. Disfrutaba que Emma tomara cuidado de esos aspectos desde que se casaron. A la mente del anciano vino el recuerdo de la boda, que para él, no fue lo importante, si no lo que siguió de ahí.
«La rutina, a pesar de que casi todos se quejan de ella, siempre encontraste una forma para hacérmela mas fácil, Emma; eran tus propuestas alocadas que yo seguía, o tus impulsos, o los ataques que me dabas por la espalda. Esas cositas, me hacían regocijar el día a día contigo. Me gustaba ver tu cara cuando agarraba cualquier cosa de la calle, llegaba a casa y te improvisaba versos sobre cualquier objeto al azar. Joder, no sé como pude aguantarte todos los días hablar de tu día en el trabajo. Joder, no sé como pude disfrutar tanto escuchar quejarte de tu jefe, eran las palabras que escupías. Tu tono de voz y tu ceño fruncido lo que me hacían gozar el oírte quejar».
—Dentro de 5 minutos despegamos —dijo la azafata, y tomó asiento y se colocó el cinturón. Un vídeo apareció en el que Coca-Cola, promocionaba las bebidas del viaje. El comercial era emocional; tenía niños con cáncer siendo curados al tomar Coca-Cola o algo así.
En el exterior, motores se escuchaban, y los reporteros estaban al pendiente. El anciano miraba hacia arriba, donde estaba el cielo, y una gran proyección con el logo de HUH mostrándose. Se levanta para tomar su maleta pequeña. Al querer agarrarla, sin razón aparente pierde fuerza de la mano y la deja caer. El joven que estaba coqueteando atrás se apresura para darle al anciano su maleta, probablemente lo hizo para impresionar a la muchacha. El viejo, de todos modos se lo agradeció. El anciano toma su maleta, se sienta en su asiento que estaba cerca de la puerta, y en seguida de él estaba un niño y su videojuego, concentrado en ganar. Ni se dio cuenta de que el anciano se levantó y de que tiró la maleta al suelo; en verdad, nadie se dio cuenta. Últimamente es más notable la escasez de atención en las situaciones ajenas, y cuando lo hacen, es para dar una buena imagen (como el joven coqueto), ya que es un acto totalmente inusual. Los últimos minutos para el despegue el anciano se lamentó sus fuerzas:
«Me he vuelto muy inútil. En parte me alegra que no te haya tocado verme de esta forma. Ya no podría ayudarte a subir los vasos o la despensa a los muebles de arriba, cuando me masajees la cabeza muchos de mis cabellos se caerían mientras pasas los dedos por mi cráneo. Recuerdo que solíamos pasar juntos las noches calurosas en el techo, desnudo, y me hablabas de alguna película de Bollywood que viste, y mas de las que tienen que ver con el espacio. La última vez tenías 46, yo unos 45. Habíamos hecho el amor en el techo, y nos quedamos arriba para dormir.»

—¿No te deprime que antes se veían mas estrellas de las que se ven ahora? —Le dijo su esposa aquella noche que estaba recordando.
—Si, es triste. Triste e inevitable. —le respondió, con seriedad.
—¿Por qué sucederá? —preguntó ella. Su cara de curiosidad era irresistible de complacer.
—Cada vez la pasamos más solos. Hasta nuestras Navidades son cada vez más solas.
—Eso es porque nunca tuvimos hijos. —Hoy en día, el anciano se arrepiente de esa decisión.
—Fuera de eso —respondió— La vida de todos se va distanciando. Todos tendrán otros asuntos que arreglar. Aun con hijos, luego optarían pasar Navidad en casa de su pareja que con nosotros.
Emma permaneció en silencio, pensativa.
—Al final no importa —dijo el anciano, que en aquel entonces era de cuerpo atlético— Mientras tengamos la compañía que necesitemos, cualquier vacío se llena. Y tú eres la compañía que necesito.
    Después de eso, se abrazaron. Estando desnudos, y quedaron dormidos.

«Y amanecimos cocinados por el solazo» Pensó el anciano, viendo el final del comercial largo. En un altavoz habló el capitán, dio el sermón usual pero con términos más espaciales y una voz pre-grabada dio la cuenta regresiva.
10... 9... 8..
—¡Oye! —le habló el niño que estaba a un lado de el, apenas notando al anciano— ¿No estás muy viejo para andar aquí?
—No lo creo —respondió el anciano—. Me he cuidado lo necesario estos años, y de salud no he andado mal. Si quieres te enseño los papeles que me permiten estar aquí, los traigo en la maleta.
El niño rechazó, y optó por ver arriba, vía el quema-cocos.
3... 2.. 
El anciano, ansioso, se sujetó más fuerte de Emma. Imaginó que le tomaba la mano.
1...  Despegamos.
«Emma, todo es bello, todo es perfecto. El espacio tiene unos colores magníficos, auroras que nunca se verían desde el planeta Tierra. En este momento, todo es diferente a lo que conocemos. Dentro de ésta capsula, teniéndote conmigo, nada me duele. El tiempo es distinto; no estoy viejo, me siento joven, este sentimiento lo podría comparar a enamorarme contigo, y lo sé porque es la sensación que me viene al recordarte, al abrazarte cuando mas te necesito, a sentirme humano en tus brazos. Emma ¿Por qué no estás? ¿Qué clase de reglas del Universo te llevan a separarte de mí? ¿Desafiamos la ley en la que todos se separan? ¿La misma realidad nos prohíbe estar tanto juntos? Pues no me importa, te mantengo conmigo. Admito que el no tenerte físicamente creó un vacío en mí; aguanté para ver cumplido lo que solías decir:  " Hemos de morir hasta que declaremos visto el espacio sideral!" Te lo prometí en la prepa, y te lo otorgo cuanto más pronto sea posible».
Dentro de la nave todos estaban alegres por la imagen bonita del espacio, y lo bien que se ve al aplicarle filtros de imagen, y las compartían instantáneamente. La cantidad de atención que recibió fue absoluta. Nadie se percató que dentro de la cápsula el anciano lloraba, y en sus lágrimas que caían por su arrugada cara, se refleja el espacio, se veían las estrellas que con el paso del tiempo y del crecimiento tecnológico nos abandonaron. Aunque las estrellas que vemos en cualquier presente están a años luz y probablemente ya muertas. Era un tipo de compañía cliché, en el que muchos nos acomodamos, y la tecnología la fue quitando, a modo que nuevas generaciones no tenían ni idea de como lucía una desde la ventana de la casa.
—¡Mamá! —dijo un niño— ¿Esa es una estrella?
—Si, hijo —dijo la madre mientras contemplaba los matices que están fuera de órbita.
—Las estrellas, como las personas, se nos van, pero siempre podemos conseguir un lugar donde guardarlas, si es lo que queremos —dijo el anciano, que había escuchado a la madre y al hijo.
—¡Hey! —exclamó un empresario— eso suena bien.
Y todos empezaron a postear por Internet la frase que el anciano acababa de decir. En verdad, él no la veía algo muy genuino, u original. Después se percató de la situación: Ésta gente nunca había visto una estrella, o al menos la mayoría, ya que eran jóvenes. Los viejos descuidados y los obesos no podían entrar por cuestiones de seguridad (Y gente saludable y rica hay poca).
"Las estrellas, como las personas, se nos van, pero siempre podemos conseguir un lugar donde guardarlas, si es lo que queremos." Se convirtió en tendencia mundial inmediatamente.
El anciano, fuera de eso; permaneció en silencio, sin embargo, en su mente le narraba con sus propias palabras lo que veía a Emma, mientras la mantenía fuertemente apretada en su pecho. No era del todo fuerte, pero si el máximo de energía que podría tener alguien de su edad. Comparaba los panoramas con pinturas hechas con gises.
«Imagina que alguien agarra una mezcla de gis morado y rosa y la pasa por toda esta parte del universo, que es un lienzo negro y dibuja una resbaladilla que sube y baja. Como los parques acuáticos que te gustan. Y esas estrellas de allí brillan como tus ojos en las veces que dormíamos afuera.» A la hora, un encargado se acerca con el anciano, que aun tenía una lágrima corriendo, y le pide que le acompañe. Le ayuda a levantarse y lo lleva a la cabina de control.

—¿Usted es el señor Pierce? —pregunta el copiloto al anciano.
—Lo soy.
—Tenemos entendido que tiene una petición especial.
—Lo que sucede es que Emma quiere quedarse en órbita un rato más.
—Comprendemos. Nosotros en HUH queremos brindarle una gran experiencia —dijo el copiloto, como si fuera obligación repetir esa frase.
—¿Se podrá? —pregunto el anciano con una voz temblorosa.
—Probablemente si —el copiloto parecía calmado— ¿Nos permite la vasija?
—C-Claro —respondió con una voz mas temblorosa.
Y sus manos, sincronizadas con su voz, temblaban, mas rápido que un experto en percusión queriéndose lucir. Emma fue pasada a manos del copiloto. Habían pasado 26 años sin que otras manos más que las de Pierce tocaran a Emma. No sintió celos, si no que temió que no tomaran el cuidado correcto de ella, temía que algo tan preciado para él podría acabar en el suelo y tenga que ser barrido como basura común y corriente; cuando Emma no lo era, sino todo lo contrario. Pierce esperó sentado en un asiento que tenían en la cabina. El copiloto efectuó unas acciones que para simplificar: Era una caja de cristal que tenía una puerta por el interior y otra por el exterior, para mandar un objeto al espacio. Pondrían el objeto dentro de la caja, cerrarían la puerta del interior correctamente, una banda movería el objeto a la otra salida, que es en el exterior y sería expulsado. El copiloto puso la vasija y la trasladó a la puerta de afuera. Apunto de ser expulsada.
—Señor Pierce —llama el copiloto— Esta bandeja no la solemos usar para esto. Comprendemos su situación y nos gustaría cumplir su petición, solo hay que apretar el botón y la vasija estará flotando. También le pedimos máxima discreción, no queremos que esto se haga tendencia.
Al escuchar la palabra tendencia, a la mente de el anciano Pierce vino la frase que dijo hace rato "Las estrellas, como las personas, se nos van, pero siempre podemos conseguir un lugar donde guardarlas, si es lo que queremos" «¿Entonces qué pasa cuando las personas y las estrellas que se van se unen una con la otra?» Decidió no darle vueltas a ese asunto. Se levantó del asiento, se acercó a esa bandeja que llevaba objeto al exterior, a su mente vino la imagen de Emma, su esencia, su piel, todo lo que le adulaba, todo lo que le protegía, las cosas que le hacían sonreír, la comida que preparaba, las razones por las que peleaban, las dificultades económicas que tuvieron, las quemaduras con las que amanecieron al dormir desnudos en el techo. Mientras ese momento pequeño que a Pierce le pareció la eternidad en un puño, los únicos presentes en la cabina, que eran el piloto, el copiloto y una azafata mostraban respeto. Pierce soltó lagrima, que cayó en el cristal de la bandeja. Presionó el botón, y Emma pasó a viajar en el espacio.
El jarrón de cerámica dentro del que estaba Emma comenzó a flotar, por la presión se abrió por si mismo y la ceniza se dispersó por el universo. Los matices que Pierce había definido antes de una combinación de rosa y morado ahora tenían otra combinación: Gris ceniza. El gris se dispersó de una manera agraciada, que casi parecía una escena de película en la que se ha trabajado por 2 años con tecnología de punta. La naturaleza de Emma se combinó con el Universo entero, pasó a ser una con esa vastedad inimaginable. Pierce sonrió, y a la vez se dio cuenta de que ha dejado ir la cosa que más ama. Él no era de aquellos que creían "Si lo amas déjalo ir", era en parte, lo contrario, aunque con Emma siempre hubo algo que los mantenía unidos sin fuerza de por medio, algo que los mantenía riendo, dándose golpes, caricias. Reviviendo el acto de hacer el amor apasionadamente.
A Pierce le vino la sensación de que el vacío se intensificó, que nada servia para nada, que a su edad, hubiera sido mejor aventarse junto con Emma al espacio y que su cabeza explotaría y se transformaría en una bella combinación de sangre y ceniza flotando. Eso hubiera sido ideal para el anciano Pierce, pero no cabía por la bandeja de objetos que pasan al exterior, y abrir la principal sería demasiado egoísta y le arruinaría la diversión a muchos. La vio irse, y volvió a llorar, se imaginó una combinación de sus lagrimas, su sangre y la ceniza de ella a contra gravedad. Se tomó un tiempo dentro de la cabina para que su cuerpo se tranquilizara y su mente se despejara. Al rato se recuperó, agradeció a los presentes y volvió a su asiento. Ahí estaba su maleta, resposando. La abre, dentro había un MP3 y sus respectivos audífonos; prácticamente una reliquia. El niño de enseguida se asombró por la tecnología arcaica. El anciano encendió el aparato, y el soundtrack de alguna pelicula vieja y popular de India empieza a sonar. Se quedó dormido. Soñó que bailaba una coreografía de una película de Bollywood con Emma.



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