Monday, December 21, 2015

Los niños tienen los mismos derechos que la poesía

Forma prístina del inconsciente polar medieval posada
en una hamaca de surcos desde la que un show de bengalas
                                                                                        se presenta ante si.
Bastarda de 21 canales
prueba empírica de mi sustancia
                                                                          si las horas no le bastan
regresará tresmil años
revoloteando en un apocalipsis prematuro
                                                          y asesinará a quien cuente lunas.


(poema después de leer ensayos de Octavio Paz)

                                                               

Sunday, November 29, 2015

La Habana

Encandílate
con los regalos de Fidel:
Senos tristes
Culos celulientos
Dildos inspeccionados por cofepris
Orejas gatunas de plástico
Pulgares desbordándose de las plataformas
Y sin embargo
Te quedas con el pito pegado a la barra.

Lulú vestía como leopardo rentable
Privatizada me mete un camerino.
Entre Lulú y yo hay kilómetros de distancia
Kilómetros de piel reseca
Té para tres-
Mil tetas para atrás-
Pasar este umbral de sequía sexual
Que de seguro
Deja caliente
A cientos de conciudadanos
Que sintieron la misma sábana enlodada que yo
Vieron los mismos objetivos de ISIS que yo
Fueron sobados por el mismo camello cansado que yo
Y se desborda en el lenguaje
De la supuesta inocuidad social
Dentro del aroma que te deja en las manos Lulú
Y persiste
Para que veas al vecino y lo saludes

Y traduzcas eso en erecciones inconclusas.

Tuesday, November 24, 2015

EN

Que cada mujer en Hermosillo
se convierta en ti.
Y en los gorgojos invasores de tu cocina
A veces compras a crédito
musas, el jardín de letras, un tostón de mota, foco foquemón
y yo termino pagando

Podria preguntarle a la gente:
¿Sabías que tu blizzard tiene 930 calorías?
Y también podría preguntar si
han visto a una mujer de esta estatura
de esta longitud de pelo
con unas piernas de este ancho
mas o menos de villa de seris a la san benito.

La ciudad es un mapa
en el que estás encriptada
en cada graffiti
y yo soy el corredor
encapsulado
en cuenta regresiva
del semáforo.

Monday, September 7, 2015

4/sep/2015

Óyeme como quien oye el impacto
La Agustín Vildósola no es mortaja
una niña rehusa morir
¿quién sabe qué es morir?
Quién más que los chismosos arrimados
más que los rescatistas
y el conductor
y sus padres.
Díganme qué es morir
hacer que el asfalto se extienda.
Las niñas vuelan
y sus piernas se desencadenan de los rines
y sus manitas se sostienen de lo poco que conoció
y la lluvia cae sobre ellas
sólo sobre ellas.
Oyen como quien oye llover.
Antes del juicio todos dejan sus zapatos en la entrada
me pongo cada par y es insoportable,
pero yo peno por el par que falta.

El auto es una bala corrupta que lo castiga todo.

Monday, August 10, 2015

Saladitas

Yo moriré y nadie se acordará
de mi, de mi

*El que sigue*

Tanto me han recomendado la biblia que ya la estoy considerando
Repelo a quien atraigo cuando se dan cuenta de que soy un caballo viejo
al que le posponen la fecha de eutanasia constantemente.
Estoy triste porque mi tristeza es nada frente a un hoyo negro.
Los calamares gigantes quieren mi sudor, dispone de lo que necesitan para vivir.

*El que sigue*

Le tomé foto a los calzones a la de enfrente, me cachó y para compensarlo, le pagué su mandado.
Me enamoré de una tumba.
Le cuelgan pájaros negros de origami.
Al saquearla descubrí que estaba vacía, era un cenotafio
dedicado a los amores que nunca tuve.

*El que sigue*

Amaneció y mi esposa ya no estaba
nuestra niña se servía un trago de whisky antes de ir a la escuela
¿Papá, soy un error?, me preguntó
"Dos errores no hacen un acierto" le dije
el whisky ardía como cuando me enteré que iba a ser papá, ardía bonito.


*El que sigue*

Dios, ¿cuándo diré algo que no te aburra?
Dios, tu burocracia es un nomeolvides en el pecho de un ángel
Dios, ¿por qué no me donas un poco de tu sangre?
Dios, haz que Quicky no me vea cuando me como su mierda
Dios, ¿a nombre de quien fundas la cárcel de cera?

*El que sigue*

Renazcamos como pioneros de la lucha libre
Renazcamos despuesito de los comerciales
mejor renazcamos mañana, porque la desmotivación es nuestro himno
Renazcamos desayunando los chips de nuestros celulares
Y que la manera de hablar sea presionando los números en nuestras barrigas.

*El que sigue*

Wednesday, July 29, 2015

Chimuela

Llegamos de una jungla salvaje.
Llegamos
y desde entonces, desde mi maquina,
te veo cabizbaja,
confesándole secretos a tu Dios,
comparando el a.C. con el hoy
le decías hasta de lo que anhelabas morir
y yo, sujetado a mi cordura
te imaginaba de vuelta a la jungla
sin saber a donde ir,
ni a quien maldecir,
con tus manitas rompiendo cocos
y yo, trepado en sauces
diciendo que  te quiero encontrar
sin soltar una palabra
yo, no era un hombre civilizado.

Se te cayeron los dientes
en sueños y fuera de ellos
mientras todos alrededor gritaban
qué tenías que hacer
te aceleraste.
aceleraste.
te estrellaste.
El casco tan duro te descarriló la raíz de la encía,
en un escenario onírico todos deberíamos estar muertos
pero fue alguien más quien revisó tu boquita.

Thursday, July 23, 2015

El madrigal de Deserberry & Chococheese

Prefiero enamorarme en un chat
tener de nickname chococheese
y toparme con deserberry,
empezar una conversación
en la que sin prolegómenos lance mis manías,
que me masturbo viendo la luna roja;
mis pensamientos más absurdos,
como tener fé en la humanidad;
mis mayores vergüenzas
como soñar facebook.

Deserberry me aceptaría como soy
y yo a ella
porque no temería que me muerda
en los lugares que  ella le fascinan.
Mi metatarso siente un cosquilleo
y seguridad.

Después de trivialidades empezaríamos a conocernos
ella, la chica anónima, el desierto y la fruta
y yo, el huevón que come chocolate y queso
y empezariamos a cuestionar nuestra existencia
a cada decisión
que me llevó a estar a las 3 de la mañana en mi cocina
y a ella montando un unicornio con wi-fi
a las 7, u 8, o 15, o ninguna de las anteriores ni las próximas.
La mejor parte es que
entre pregunta y respuesta
puedo pujar lo necesario
para sacar al yo atorado
que no sale porque vivo estreñido.

Después deserberry me diría que nos mudemos a las islas Marshall del 1959
para que nuestra vida diaria sea una metáfora de encontrarnos
y estaremos tan tranquilos
porque nadie quiere pasar por residuos atómicos
y moriremos de viejitos
porque así mueren los que sólo se preocupan
de tener con quien hablar
tan tarde en un chat
y lo encuentran.

Monday, June 29, 2015

Cotidiano

¿Te comparo con una situación cotidiana?
Ahí te va:
Estar en un barrio desconocido
en una ciudad desconocida
perdido, nada más perdido
y hambriento
con un papelito en el que luce una dirección.
Permanecer ignorante sobre dónde estás
(mala urbanización, supongo).
Tocar timbres,
preguntar si en esa casa vives, fracasar.
Rendirme.
Echarme hacia arriba en media calle
(esperando ser atropellado).
Al anochecer levantarme,
y ahí estás,
en un porche elegante,
esperando tu pastel
y tu beso.

Corazonada

Tus huesos saben a nutella
es la única posibilidad.
Dime quién es el santo de los permisos,
le prenderé una veladora y
tus papás no podrán decir que "no".
De los castillos inconclusos
en el techo de tu casa
hacemos rapel.
La policía municipal nos busca
sólo hicimos lo correcto.

Sería muy triste morirse
y que no me visites porque no tienes "qué llevar"
puedes aparecerte con lo que quieras
-Montada en una suntuosa jaca alazana
con 7 enanos tras de ti
hechizada por el último hálito de moda
cargando flores marchitas del jardín de tu nuevo hogar
colgadas de una taza que pediste prestada
mas nunca regresaste-
pero aparece.
Tengo la intuición
de que esa será mi parte favorita.

Wednesday, June 24, 2015

Quiero ser directamente proporcional a tus ganas de quedar en la universidad.


Canción de cuna para un adulto solitario y derrotado

https://www.youtube.com/watch?v=ZFgtC_H79m4

Captura de la habitación:
Pintura descarapelada,
una ventana sucia
de la que se asoma el gobierno y los padres.
El piso trapeado y lubricado
con la decadencia humana.

Claro que hay gente que podría estar contigo
en este momento
pero dime
¿Cuántos cuerpos caben
en una habitación invadida
por tus pesares
y tajantes subterfugios?

Revisa el teléfono
tal vez hay una nueva notificación
Revisa la entrada (que es más relevante como salida)
quizá esté esa persona que esperas (sólo esperas)
dispuesta a tomar esos últimos tragos de la botella de whisky
que te dio amargura por acabar.
Y duerman juntos
y tu cama
sea la cama de Lautrec
de vuelta a niño,
de vuelta a energía entrañada.

Todo el dinero derrochado
y decepciones causadas
terminan en esto
sábanas no lavadas en meses
y la imposibilidad de dormir
porque temes que hasta durmiendo
la puedes cagar.

Sunday, May 31, 2015

Fotos familiares

Una parte de mi quiere salir en tus fotos familiares
que las veas en un par de años
y recuerdes a qué sabía mi boca
cuando tomábamos cerveza barata
y cuando tomábamos de la que te decía que valía la pena.

Estaría entre tu padre y tu hermano celoso-sobreprotector
sólo una vez te ha visto besarme
pensó en destrozarme el esqueleto con su troca
sin embargo, sólo gruñó -épaleee-
porque nos veíamos felices juntos (se notaría en la foto)
y porque tuvimos embarazos no deseados.

Quiero salir en tus fotos familiares
para en el contexto de la vida monótona y aburrida
que tienen los adultos
rescatar un trozo de mi juventud
contrastarla
y sentir que les presumo
que tengo la respuesta a mi existencia.



Fotos familiares

Una parte de mi quiere salir en tus fotos familiares
que las veas en un par de años
y recuerdes a qué sabía mi boca
cuando tomábamos cerveza barata
y cuando tomábamos de la que te decía que valía la pena.

Estaría entre tu padre y tu hermano celoso-sobreprotector
sólo una vez te ha visto besarme
pensó en destrozarme el esqueleto con su troca
sin embargo, sólo gruñó -épaleee-
porque nos veíamos felices juntos (se notaría en la foto)
y porque tuvimos embarazos no deseados.

Quiero salir en tus fotos familiares
para en el contexto de la vida monótona y aburrida
que tienen los adultos
rescatar un trozo de mi juventud
contrastarla
y sentir que les presumo
que tengo la respuesta a mi existencia.



Quiero cambiar el final de mis cuentos, en todos acabamos juntos y nos podemos besar.


Tuesday, May 5, 2015

Ejidaliens

Ejidaliens

PERSONAJES:
AMANDA, NOÉ, ALDO, KELVIN

Están sentados en la mesa Aldo, Amanda y Noé.
NOÉ: Compañeros ejidatarios, han pasado seis meses y es momento de Asamblea.
ALDO: Palabra que si, mi buen.
NOÉ: (Hacia Amanda) ¿Cómo te va en tu Ejido?
AMANDA: El área 51 anda bien. Últimamente han entrado muchos invasores pero nos las arreglamos para espantarlos.
ALDO: Algo así me pasó a mi! Sólo que eran unos hombres verdes, como reptiles extraños.
NOÉ: Que raro…
AMANDA: ¿A ti también?
NOÉ: No, no. Que raro que se hayan puesto todavía más locos.
ALDO: Olvídalo y continuemos.
AMANDA: (A Noé) ¿Cómo va el negocio?
NOÉ: La siembra de plantas (Ahem, ahem) curativas va progresando.
ALDO: ¿Me trajiste el tecito que mencionaste?
NOÉ: Si, si. Ahorita  nos arreglamos.
AMANDA: ¿Algo más que añadir?
ALDO: Pues… acá entre nos (se acercan todos) he encontrado petróleo en mi ejido.
(Sale un Kelvin salvaje de la nada)
KELVIN: ¡Lo sabía!
AMANDA: Señor presidente de la república (:O)
KELVIN: ¡Soy rico! Soy rico! ¡Tengo petróleo!
ALDO: ¿Cómo que tienes? Yo lo encontré en las tierras que yo trabajo.
KELVIN: Ay mijito… tú no sabes de la Ley Agraria, ¿verdad?
ALDO: Las tierras pertenecen al pueblo.
KELVIN: Nel, nel pastel. Las tierras pertenecen a la Nación. Y yo, en este momento soy la nación.
NOÉ: Señor, luce usted muy raro.
AMANDA: Si… como verdoso.
KELVIN: Ignoren eso, no es nada. Si me permiten, llamaré a un colega para empezar a movilizar el oro negro.
ALDO: (golpea la mesa) ¡No lo puedo creer!
AMANDA: Algo podemos hacer.
NOÉ: Debe haber una falla.
AMANDA: ¿No han notado al presidente raro?
KELVIN: (Por teléfono) ¿ALF? Somos ricos. Ah pues si ya era ¿verdad? Jajajajajaja.
NOÉ: El presidente no es mexicano.
ALDO: Tenemos que cuestionarlo.
KELVIN: Sobres pues, besos. Bye.
AMANDA: Muéstrenos sus papeles.
KELVIN: Claro, aquí los tengo (Saca papeles)
ALDO: (Los ve) Ajá! Aquí dice que usted nació en Canadá, un planeta lejano.
KELVIN: SI, si, pero mi madresita santa (se persigna) es mexicana. Y Llevo ya 135 años viviendo aquí, así que es legal que sea su presidente, lero lero!
NOÉ: ¿Pero por qué nos hace esto?
KELVIN: Porque puedo.
ALDO: (Se hinca) Nooooooo.
KELVIN: (Hacia Noé) Por cierto, tú te estás pasando de tu terreno por un centímetro, y no has hecho nada al respecto, a pagar sanción, 500 dólares.
NOÉ: ¡Blasfemia! ¡Yo soy un ejidatario honrado!
KELVIN: Visto. (Hacia Amanda) ¿Tú trabajas en el área 51 ¿correcto?
AMANDA: Si.
KELVIN: Todo bien. Bye.
(Kelvin sale)
Aldo se levanta, muestra su puño en furia.
ALDO: (Iracundo) Reptilianos…

FIN

Monday, May 4, 2015

Inconcreto

Frente a ti soy todo lo que temo ser
compuesto en ti me convierto en
algo que no sabía
que necesitaba.

Lo que crees que eres
es lo que creo que eres.

Consecuencia de puntería
sofocada, aglomerada
en una fiesta expirada
yo, confuso te gritaba:

Lo que crees que soy
es lo que creo que soy.

Mi carácter alterado
sin saber a dónde ir
cuando realizó
que ya estaba enamorado
que no quedaba más remedio
que extrañarte
aunque estés frente a mi.

Novia

Quiero una novia con la cual cazar hot-dogs en la medianoche
que me abandone cuando empiece a fumar
que no me juzgue por mis sueños
en los que beso a mi maestra

Quiero una novia con identidad
que discutamos, choquemos y no nos estrellemos.
Que me bese mi ojo chueco
y en sus brazos me ajuste perfectamente.

Quiero una novia en el pináculo de su juventud
que me consuele
cada vez que los soldados me metan una chinga.

Quiero una novia que sea sombra y luz
que no lea todos mis textos
y que piense que tengo que mejorar.

Quiero una novia que me presente nueva música
 música que no me guste
y que sin embargo, anhele volver a escuchar.

Quiero una novia con la cual compartir
chistes internos, externos, negros y salados
que se ría sin taparse los dientes
y que su risa alterne cada chiste.

Quiero una novia finita
tan finita
que sepa de dónde viene y a dónde va
para desarmarle todo el plan
revolverla con frases, acciones y actuaciones
aptas para películas tristes.

Quiero una novia que llore
para no ser el marica de la relación
y que conozca la soledad
para que sepa en verdad
por qué la quiero.

Saturday, April 4, 2015

Revólver (o lo que hice con el cuaderno que me regaló)

Es difícil decir te amo

Es difícil decir te amo.
Es difícil pensar en un huracán
que derribe nuestro hogar
y decir te amo.

No tienes que complacer a nadie
y aunque es una pena decir te amo
alguien lo hará
así que tira la colilla de una vez.

Es complicado cuando hay trabajo
cuando quieres hacer amigos
cuando quieres intoxicarte hasta el alma.
Es difícil decir te amo y lavar lo platos.

Es espinosa la desesperación,
poner la fotografía boca abajo,
que aquí no quieras hacer nada, y
quieras irte para hacer todo.

¡Que mueran los vecinos!
¡El trabajo! ¡La amistad!
¡Que explote el mundo entero!
A ver que tan difícil es decir te amo.

Algo que hacer

Yo no sé si es un favor
que me dejes en plena crisis existencial.

Algo pasa en estos superfluos días:
la lluvia de verano se siente más que nunca.

Como si una llamada  perdida
destrozara un poste eléctrico y deje la casa sin luz.

No sé si sean los pasos quebrados,
el bailar tan mal, que no deslumbre a nadie.

Repítelo: "Te amo, pero tengo qué hacer.
Soy alguien con cosas por hacer

¿Tú que eres?"

Alguien que espera ejercer contigo
algo nuestro, que termine trabas conocidas.

Pero no se puede, tienes algo que hacer,
siempre tienes algo que hacer.

Dosmilcatorce

Este año me vi cerca
de la realización de mi vida.
Así como sufrí impotencia
al verme con metal dentro
frío y despiadado.
El incremento de impuestos
y lo peor de todo:
nuestro juapísimo presidente con canas
¡Oh no! ¡Todo menos eso!

Este año engendré la cagada
más grande que he hecho en mi vida,
un trozo de mierta que se hacía
cada vez más grande en mis intestinos
y ahora que la tengo en las manos
inundaré Hermosillo entero con ella.

Este año la contra-demanda del amor
resultó mas favorecida que la demanda de amor.

E intentando rescatar algo que presumir
puedo hurgar documentos húmedos
y decir que no estoy solo.
Puedo decir que en este momento me cocinan
un rico huevo de desayuno
y que casi siempre habrá con quien conversar
-aunque sea por chat-.
Este año el arte se tambaleó
entre falso y real
superficial y tangible
bastardo y vendido.

Este año nuestra saliva
se suicidó desde la cima del hotel San Andrés
ya había muerto antes de llegar al suelo
se evaporó y fallecío sin llegar al objetivo.

Este año que pasó valí verga
pero es la verga más óptima
que pudo haber sido.
Aquí sigo.

Sube la intensidad

Ya no sé con qué película olvidarme
de que no estás aquí
una de esas idiotas para gente idiota
¡Ah no! Las románticas me recuerdan a ti.

¿Y para qué insisto en olvidarte?
Si con la guía que me estás dando me basta
paso a paso me aflijo como querías
y aún aguanto. Considera subir la intensidad.

Cuando suba la intensidad se me caerá la piel.
Me quedaré calvo y gordo
quejándome de los que se quejan de mi,
suavizando un juanete que me salió por seguirte.

Embolia, mirrey

Estoy pasando por una embolia espiritual
o al menos así la solía llamar
¿Ahora que otra cosa estoy obstruyendo?
embolia emocional
embolia sexual
embolia de identidad
embolia motivacional
embolia de la tinta de la pluma
marcándose en el cuaderno que me regalaste.
Al final, mejor la dejamos en embolia espiritual.
¿Dónde quedó el espíritu?
Se lo llevó ese dulce al desaparecer
any candy is gone.
Y ninguna grabación te hará escucharme
ninguna carta cursi la has de leer
-ni redpack quiere que lo hagas-.
Ninguna farsa que pretenciosamente alguien retrate como "talento"
tiene por qué pasar por tus sentidos.

¡Que se obstruya aún más!
que con ganas me quede perdido
que ahí esté mi madre preguntando
"¿Qué le pasa a mi muchacho?"
que no la quiera, que no te ame
que se desvanezca todo lo que quise forjar
que las promesas de por medio
se distraigan en un tango o reggaetón
-a mi ya me suenan igual-.

Por la embolia espiritual
por el offline
por el celular perdido
y mi calvicie asomándose
descarapelándome
perdiendo la cara
para alfín sentirme capaz
de ser un creador
de esos que tanto adoras.

¿Usaste el manual de la destrucción?
lo has aplicado bien
aún llamo a tu casa
y le pregunto a tu madre por la dirección
y aún espero dos días enteros frente a tu puerta
para que nunca aparezcas.

No quiero orar
no quiero consultas costosas
ni amigos metiches
que me sensibilicen o me endurezcan
contra la presente embolia del amor.

Última recámara 

Eres complicada de estar con,
y más complicada de dejar
me tomó seis tiros
(de los que se bifurcan centenares)
para alfín, dar el tiro de gracia.

Que estas palabras queden como lo que son:
poemuchos, poemocos sin valor literario
ni lograrían un triste premio (+Lo siento. -Oh, está bien. No te preocupes, no me gusta rimar)
ni conmover a un ser (+¿Por qué lo dices? -Demasiado cursi y trillado todo).
La cosmología dual en cada proyectil
es muy nuestra
y jódete si no les entiendes.

Que estos seis tiros que tragué
a la Kurt Cobain
permanezcan en la nube informática
para demostrar la bajeza
la ridiculez
y la contradictoria beatitud
que puede tener un romance adolescente
con tintes de fantasías frustradas
y traumas freudianos
y potencial matrimonio fracasado
e intentos de desvele
traducidos en deprimentes noches,
lágrimas desgraciadas
como la pinche gotera del baño.

Que estos seis tiros demuestren
que amé
de la manera más pura
que pude.

bang bang bang bang bang bang

Monday, March 2, 2015

La extracción (o los penosos contrastes de una habitación de hotel)

La extracción (o los penosos contrastes de una habitación de hotel)

 XY
Cuando terminó de orinar bajó la tapa con extremo cuidado, como si fuera una pieza de artesanía costosa. Se lavó sus manos con el jabonsito rosa y chiquito que todos se roban. Se sentía a punto de realizar una operación. Tenía las manos tan limpias, casi listas para sacar un corazón de un cuerpo y transportarlo a otro. A la vez le invadía el mismo nerviosismo que viene con tal operación. Cuando salió del baño, tuvo ante él la habitación de 500 pesos que rentó, su segunda inversión ahora que cumplió 18 y adquirió su credencial. Alessa, su novia de 16 años revisaba su celular.
—¿Ya le avisaste? —preguntó él.
—Sí —le contestó—. Ya quedé con Lucía que me haga el favor en caso de que mis padres llamen.
—Muy bien —dijo, con un marcadísimo punto final.
   A partir de ahí ya no supo qué decir. No están acostumbrados al silencio. Es incómodo cómo dos personas pueden intercambiar tantas palabras (de dudosa densidad) dejando al silencio como un desconocido. Ella tampoco sabía qué decir. Puso su celular en vibrador y lo colocó boca abajo en el buró a un lado de la cama. Revisó la habitación con un paneo de índole cinematográfica. La puerta marrón desgastada que daba bienvenida a la alfombra delgada y guinda. El mueble de cajones vacíos  que venden en masa, listos para guardar la persona de cada ser que renta un cuarto de hotel. Arriba estaba la tele, una de esas gordas que se usaban en el siglo pasado. Seguido a eso aparecía León en la puerta del baño, inhalando y exhalando, nada más. Siguiendo había un cuadro, una representación de un pintor barato que nadie conoce, y que afortunadamente, murió antes de saber que reproducciones de sus obras están colgadas en hoteles de 500 pesos la habitación. Eso la traía de vuelta a la cama en la que estaba sentada, encorvada con las piernas cruzadas a manera de flor de loto. Las sábanas viejas y las almohadas con disfunción confortable. Los focos encendidos, las persianas cerradas. Si cruzaran sus padres en este mismo instante, ¿sabrían que su hija está ahí dentro junto a su novio? ¿Sabrían que ambos tienen en mente perder la virginidad? Si pegaran sus orejas a la puerta, no escucharían nada. Están en silencio. La televisión apagada. Quizá si lograran asomar un ojo por una hendidura, le verían la cara a su hija. Le llamarían por teléfono y verían cómo contesta para decirles una mentira.
    León avanza hacia la cama y se sube, entre uno y el otro habría más o menos medio metro de distancia. Él hincado como si fuera a rezar un salmo incomprensible; ella en flor de loto meditando para llegar al Nirvana. Se veían uno al otro,  la cara les expresaba un tierno nerviosismo, que probablemente gritaba en sus entrañas un lenguaje transportado desde la Edad Oscura. Se acercó a ella y la besó.
—¿Abrimos el vino? —le preguntó.
—Si. ¿Ya estará frío?
—Debe  de.
   De una de las puertas del mueble sacó una hielera. Dentro un vino tinto, un destapa-corchos y dos copas, todo sumergido en cubos de hielo. Se reparten las copas y se ayudan a llenarlas. Casualidad de la vida, ese era el primer vino que tomaban los dos. Habían probado novedades culinarias antes, más nunca vino. Era de una reserva que nunca se escuchará mencionar entre sommeliers. León, no sabe nada del mercado, y agarraría el que se le hiciera más conveniente sin juicio legítimo. El que escogió tenía un diseño que le llamó la atención: Un dibujo bohemio de un dragón. Por esa razón lo compró. Cuando cataron, ambos hicieron ridículas muecas, ni siquiera trataron evitarlas. No les importaba que el otro les viera la peor cara que pudiesen hacer, en su defecto, parecía un concurso que León inició. El sabor amargo les revolvió tanto el rostro que terminaron pensando en bosquejos abstractos de la anatomía humana. Como reto, se tragaron lo que quedaba en la copa de un sólo trago. León ganó. Alessa no aguantó. El triunfador se le acerca a la perdedora y la besa en la boca. Ella le corresponde. El triunfador, atisbando, la abraza. De golpe, acerca el pecho de ella al de él, haciendo que las sobras de la copa de la perdedora, caigan en la cama, y manchen las sábanas viejas. La mancha se esparció y pronto se plantó en la tela para nunca irse. Ambos miraron perplejos la mancha. Anticipando un gran castigo. Rieron. Qué importa eso ahora. Se sirvieron una segunda ronda y repitieron el reto. León volvió a ganar. Sin prolegómenos (¿sin?) los mareos llegaron y aunque no les quitaba la conciencia, les hacía ir borrando, poco a poco, todos los demás confines que existían en la tierra. Borraron a los padres, borraron a sus amigos, borraron las calles llenas de violencia que rodean al hotel y así borraron al mundo mismo. Habitaban un cuarto que flotaba en la nada. Y lo único que le daba razón de ser era la presencia de ellos dentro. Ella, con su facilidad de fluir en situaciones, y él, con una simpleza que siempre sabe lo que quiere. Ni Dios ni nadie estaba en esa habitación más que León y Alessa. Alessa y León. No había reproducciones baratas de pintores muertos, no había jaboncitos qué robar. Sólo dos tontos amantes que no llegaban a lascivos, si no a tontos y, de alguna manera, estaban de acuerdo con ello. Se tomaban de la mano, sus dedos índices en conjunto apuntaban a un lugar, no sabían a dónde, pero sabían que ese era el lugar al que irían juntos. Y así, antes de que se dieran cuenta, estaban en ropa interior y debajo de las sábanas. Simétricamente acomodados de acuerdo a la mancha. Cuando León se puso el condón (bien mueble no relacionado a sus 18 años) y entró en Alessa, todo se paralizó, así como si de pronto en un intenso libro hubiese una página en blanco. Y en la siguiente todo se reconstruía, volvieron a sus vidas las tristes clases de la preparatoria, volvieron los quehaceres que nunca cumplieron, volvieron todos sus errores y todas las vergüenzas que inconscientemente marcaron su vida. Reapareció la lista de contactos en los teléfonos. Volvió a sus mentes su nombre, su supuesta fecha de nacimiento. En el mundo volvían a dar pasos sus padres y sus hermanos, pasos gigantes y mundanos. Se vieron los dos a los ojos. León se retiró de Alessa. Y ahora, la mancha de vino que se había traspasado hasta el cubre cama, era complementada por la sangre del himen roto de Alessa. La imagen que evocaba recordaba a los tests de Rorschach. Para León un acero inoxidable y metafísico se le había atorado en la garganta, casi asfixiándolo. A Alessa le rugían volcanes alegóricos en el útero. Ambos con miedo. Se soltaron uno al otro. Volvían a aparecer todos sus tabúes. Hasta el acoso sexual que había recibido Alessa de parte de su tío estaba brincando en la habitación. Su tío se robaba las pastillas de jabón y los acusaba de que habían manchado la cama dos veces. Se vieron uno al otro y a la habitación para comprobar que estaba vacía. Lo estaba. ¿Qué fue entonces lo que cambió el switch de arriba a abajo (o viceversa)? Los latidos se tornaban cada vez más presentes y todo regresó a su común anormalidad, todos los desequilibrios que tratamos estaban presentes y estaban alrededor de la habitación de hotel. 

De ahora en adelante, la habitación es un temible cubo de Rubik sin resolver.  Y aún les quedaba hasta el mediodía para descubrir qué era lo que había ocurrido. Si quisieran resumirlo a un policía para contarle la escena del crimen dirían: «Estábamos en el humor. Tuvimos penetración. Algo nos atacó por dentro y tuvimos que suprimir la acción. » Y el policía les respondería: «Si, sí. Pero ¿qué fue ese algo? » « No sabemos.» Le responderían. No saben. «Pues ahí les encargo.» diría el policía y se iría. Dejándolos solos otra vez.
    León se levantó de la cama. Se puso la ropa. Alessa miraba las dos manchas. Perpleja, hipnotizada. Vio que se levantaban en efecto 3D. León no se dio cuenta por la dificultad de ponerse los pantalones después de tal incidente. Vestirse tomó toda su atención y no se fijó que «probablemente» las manchas se alzaron en un efecto 3D. Cuando se vistió recuperó su característico carácter y lo único apropiado era dirigirle unas palabras a Alessa.
—Hay que…
—Me quiero bañar —le interrumpió Alessa.
—Está bien. Enseguida hablamos. Tenemos que hacerlo.


X
Alessa se bañó llorando en la regadera. El agua estaba fría, y aun así, no la distraía de la gran erupción que estallaba dentro de ella. Estuvo debajo del agua durante un considerable tiempo. Sus dedos ya estaban arrugados. «¿Qué salió mal?» Se preguntaba murmurándose a sí misma. Tenía ganas de salir corriendo a donde está Lucía y decirle todo lo que ocurrió y que tuviera buenos consejos para ella, pero no era así. Ella sabía tanto como Alessa. Nada realmente. Nada de valor. Entre sus contemporáneas le había tocado escuchar que el acto sexual era algo de celebrarse, que a todas les iba bien. Ese no fue el caso para Alessa. Se tallaba todo el cuerpo, se masajeaba las sienes. Nada le tranquilizaba. Cuando dejó de llorar, cerró la llave del agua. Ni siquiera se había puesto champú o jabón incluso. Lo recordó al ver la barrita rosa que dejó León aún con burbujitas. ¿Cuál fue el momento en el que la conexión se fundió? Recapitulaba todo el noviazgo entre ellos mientras se secaba. Se conocieron en una prepa común, hablaron de una manera común como gente común, se atrajeron con un ritual habitual, empezaron un ordinario noviazgo en el que tenían rutinarias citas y se mandaban típicos mensajes de amor. Alessa estaba cómoda con León, incluso el hecho de pensarse sin él le entristecía. Había cierta jeringa en los brazos de su novio que cuando la sostenían a ella entraba la dichosa dosis perfecta. Cuando León le decía que la amaba ella respondía lo mismo. Lo hacía porque no conocía más allá de eso, así como no conoce otro color o marca para jabones en hoteles. ¿Cuál fue el momento en el que la conexión se fundió? Recapitulaba aquella misma noche. Ellos se insinuaron mutuamente a hacerlo al punto que quedó programado, como si fuera la lista de canciones que una banda tocaría en un concierto. Ella sabía a lo que iba y confiaba en ello porque todo el tiempo León ha sido bueno con ella. Se alteraba y excitaba cada vez que se besaban y aunque tenía la urgencia de ir más allá, las situaciones nunca les favorecieron. Mientras se vestía, eructó y lo único que saboreó fue lo amargo del vino. El sabor le crujía desde el esófago. Cerca de donde ocurrió la explosión volcánica. Ya vestida salió del baño y en la cama había una barra de chocolate que seguramente León dejó. Pero al él no se le veía por ningún lado ¿Se habrá ido? Aún estaban sus cosas allí y no era tan irresponsable como para irse y hacer el check-out en recepción, dejándole a Alessa un gran lío sobre las manchas de la cama y estar en una habitación que ya estaba registrada como desocupada. No se ha ido. Volverá. El chocolate ayudará a combatir el sabor seco de vino tinto que le retumba en la cabeza. Ella no quería un chocolate particularmente, pero lo comió con gusto. De hecho, no quería nada en especial. Alessa siempre ha sido así. Incluso cuando su tío la acosó (no al punto de violarla) ella se lo permitía sin pensar en la ética detrás de los hechos, sin analizar cómo le hacía sentir a ella.
   Cuando se juntaba con León, usualmente era él el que hacía plática. Alessa se sostenía a contar vivencias más nunca opiniones. La música que escuchaba era una mezcla de los gustos de su familia, Lucía y León. Alessa nunca tuvo opinión de nada. Ella era un pedazo de oscuridad que deambulaba en un hoyo negro, y por la mano dorada de León, salió de ahí (o creyó hacerlo). Por esa razón, se siente agradecida a él. Saber que te aman es deleitoso. Le hizo explorar un poco de sus sentimientos aunque nunca supo por qué se fijó en ella. Probablemente porque era un lienzo en el que él podría descargar sus opiniones, sus maneras de ir directo al punto, sus problemas con su madre y con los maestros. Alessa era el lienzo ideal y ella estaba de acuerdo con ello. Le gustaba ser útil siendo una persona en blanco. Amaba a León porque de lo único que tenía conocimiento era de “amar”. Más no pudo entregársele en coito. Alessa nunca supo qué era lo que quería y probablemente nunca lo sepa. Hace minutos todo el erotismo lo hacía León, ella sólo se dejaba llevar. A pesar de las pulsiones que sentía con León, el deseo de desgarrarse la ropa y fundirse en una habitación de hotel manchada era una farsa. Una entrega que ella no debía de hacer porque no sabía siquiera si quería dedicarle su virginidad a León. El estómago de Alessa era un maremoto. Le dieron ganas de vomitar. No lo hizo. Terminó el chocolate. Lloró un poquito más. Sólo un poquito. Se sintió vacía. Lo único que le hizo sentirse orgullosa era ese genuino volcán dentro de su vientre. Nunca había sentido algo tan suyo. Algo tan poco compartido. Nunca supo de nadie a quien le haya pasado. Eso era el florecer de su autenticidad. Alessa decide que no quiere tener relaciones con León. Salió de la habitación para buscarlo. Lo encontró en las escaleras con un cigarro en la mano. «Me tengo que bañar.» murmuró, recitando un hito.

Y
Mientras Alessa se bañaba. León tuvo una incontenible ansiedad. Las mil vueltas que le dio a un hecho que duró meros segundos. Sin embargo, perdura para una maratón de mil vueltas de cuestionamientos que no llevan a nada. Tuvo la repentina urgencia de salir. Respirar un aire diferente. Si fuera posible, tener un cuerpo diferente. Pero no era así. Estaba atrapado en ese pedazo de carne que ya llevaba 18 años en el mercado. En la calle, encontró una tienda abierta. Llegó y pidió una barra de chocolate. Cuando se la dieron, añadió a su lista de compra un paquete de cigarros y encendedor. Ni siquiera le pidieron su credencial. Sólo le cobraron. En el mismo estacionamiento abre la caja y pone un cigarrillo en su boca. Acerca el encendedor y con torpe habilidad intenta el mecanismo de prender el encendedor-sostener bien el cigarrillo-aspirar para que prenda. Cuando lo logró, tosió con naturaleza de principiante. Era su primera vez fumando con ganas. Y quizá la entrada a muchas más por venir. Todo el proceso lo había aprendido viendo a su padre, a compañeros de la preparatoria, a gente en la calle. Casi todos fumaban, o al menos era la gente que más le llamaba la atención. Siempre tuvo una peculiar aspiración a fumar pero, había esperado a ser mayor de edad para al fin poder fumarlos legalmente ¿Por qué esperó tanto tiempo para cumplir su capricho? León recuerda a los 10 años ver a su padre fumar, y en una ocasión al pedírselo, el padre le cedió el que estaba a punto de acabarse. La madre lo pilló y para castigarlo, presionó el mismo cigarrillo en el brazo flacucho de León. Justo donde tiene la cicatriz de la vacuna. Parecía la marca de nacimiento más original de todo el barrio.
   León prende otro cigarro justo después del primero y va caminando al hotel. La calle está lo suficiente abandonada y oscura para causar temor en los civiles inofensivos. La caminata de maloso que León daba, evocaba en él cierta sensación de poder, como que al menos comprendía lo que ocurría en la calle. Como que era más comprensible todo lo que acontece en esos extensos kilómetros que en aquellas cuatro paredes de la habitación de 500 pesos. Al acercarse al edificio se asoma al lado del que está la habitación que rentó. La luz aún estaba encendida. Fuera de eso nada más se podía rescatar de aquella fotografía detectivesca que tomó. León tuvo miedo de entrar a aquella habitación. Estaba en la planta alta y él, no tenía el ego animado como para subir tan alto. Se sentó en la acera y se sintió contradictorio a la manera en la que él solía decirles a todos que era. Sus manos, que había limpiado tan cuidadosamente ya estaban contaminadas de toda clase de fluidos, de tabaco, de evidencias.
   A León le gusta ir directo al punto. Si algo no le gusta, lo dice, y pase lo que pase, lo afronta. ¿Entonces qué estigma tiene que no le permite entrar a la habitación? Estigma. Se levantó la manga y miró la cicatriz que combina la colilla de cigarro con la vacuna.  Cuando León tenía 8 años su hermana estaba entrando en la pubertad. Argumentación que explica por qué ella se encerró junto a su hermano en su habitación e hizo que se desnudaran. León no comprendía del todo y lo que quería, era el chocolate que su hermana le había prometido. Estaban parados encima de la cama. Sin ropa, sólo observándose. No hubo contacto alguno ni insinuación sexual. Era para la hermana, una costra que tenía la urgencia de quitarse y para León, un chocolate gratis. Desafortunadamente, la madre no comprendió y al atraparlos, castigó con un cinturón a ambos. Hasta el punto que sangraran. Todavía desnudos, tendidos en la cama. La madre a cintarazos, histérica y decepcionada, les exclamaba a taladros el gran pecado que estaban haciendo, lo incorrecto de su acto. Jaló el pelo de la hija hasta arrancarle de raíz varios cabellos. Y a León, le señalaba el sexo de su hermana como un nido de avispas al que no debe acercarse. Cuando hubo descargado su ira, se fue gritando el nombre del esposo dejando a los dos hermanos solos en la habitación. Ambos se vistieron sin decir nada y al día de hoy, no han dicho nada al respecto desde entonces.
   León se acabó el segundo cigarrillo y prendió uno tercero. Sentado en las escaleras que llevan a la planta alta. Fumar fue inesperadamente satisfactorio.

XX/XY
—Quizá no deberíamos hacerlo —dijo León en cuanto la vio (de pronto se le había aparecido en el escalón de atrás).
—Estoy de acuerdo.
   León la miró sorprendido. Alessa suele decir “Tienes razón” o “Lo que creas mejor” a cada propuesta de León. Nunca estaba de acuerdo, sino se sujetaba del gancho que brindaban las palabras de su novio.
—¿Lo estás? ¿Por qué?
—No creo estar lista.
   León se extrañó al escucharle una opinión concreta. Sonrió, pensando que es algo a lo que se puede acostumbrar. Tiró la colilla de cigarro.
—Fumar es malo —le dice Alessa.
—Fumar es rico —le contesta.
—Lo que creas mejor —marcó una pausa dramática—. Es tu cuerpo, sólo te advierto que no me gustan de dientes muy amarillos.
   Alessa sonrió mostrando sus dientes que no tienen blancura calidad comercial de pasta dental. 
—¿Cómo te sientes? —preguntó León, esperando un “Bien” o un “No sé”.
—Me siento mejor —le dijo, mostrándole que se equivocó—. Aunque un poco cansada.
—¿Y si vamos a dormir? Tenemos hasta mediodía.
—Vamos.
   Se acomodaron en la cama y tomados de la mano. Durmieron apacibles. Entraron los fantasmas del policía, del tío de Alessa que la acosó de niña, de la madre y de la hermana de León. Y como un campo de fuerza. Se desvanecieron en la habitación. Se convirtieron en anti-materia que olía a flores y frescura. En plena madrugada, despertaron sincronizados. Para ayudarse a recuperar el sueño, se besaron. Fue el beso más extraño que hayan dado y recibido en sus estropeadas existencias. Tenía en él cierta ambigüedad. Como si danzaran una nueva danza que todavía no es aceptada por ninguna academia.

    Aquí lo que hicieron para engatusar a los de limpieza de que dejaron una decente habitación: En la mañana, cuando pasaba el carrito por las habitaciones, Alessa le pidió a la señora que la llevara a la lavandería. Cuando la mujer la encaminaba, León entró en la habitación que dejó abierta e intercambió las sábanas. Fue un buen plan. Hay que imaginar la cara de disgusto de la señora al ver el resultado el plan maestro.

Pacífico

—Se hacen entre 12 y 14 horas de aquí a Mazatlán.
—¿Y por qué no vamos en avión? Sería como hora y media nomás.
—¿Lo vas a pagar tú?
—Pos no —le contesté.
—Vamos en camión entonces —me dijo mi madre—. Ya cuando estemos allá con tu tía verás que valió la pena. Dice que Mazatlán es muy bonito.
Al domingo en la madrugada ya estábamos en la central abordando el autobús. Pensar pasar 12 o 14 horas encerrado en esa lata junto a personas que no conozco era un martirio, es horrible porque nunca sabes con qué te vas a cruzar, qué gordo se sentará en seguida de ti, qué viejo extraño se babeará dormido en tu hombro. Además, encerrado en el camión junto a mi madre y mi abuela era algo por lo que definitivamente no me agrada pasar. Nuestras vidas son paralelas, ellas en su época, yo en la mía. Por esa misma razón me preparé y en la mochila metí mi videojuego, mi celular, mi Tablet, todo lo posible para hacerme pensar que esas horas serán como una simple tarde en mi cuarto –corriendo la posibilidad de ser acompañado de una extraña vieja verdulera chismosa a mi lado intentado sacar plática-.
    En el camión éramos alrededor de 10 personas que salían de Agua Prieta. El autobús dio arranque y empezamos la inerte travesía. Yo, confiado, abro mi mochila, saco mi consola (o jueguito, como le diría mi abuela) y lo enciendo. Me marca una luz roja. Una luz roja parpadeante “La batería está a punto de agotarse” ¿Qué? ¿QUÉ? ¡¿Cómo me puede pasar esto?! ¡Si lo cargué! ¿O no? Quemé cinta y recordé que no lo había a puesto a cargar ¡Me lleva! Y aquí no hay donde lo pueda cargar. Pero ahí no acaba la historia: Olvidé el celular. Mi celular se quedó en el buró a un lado de mi cama. Si. Ahí lo había dejado. Había presumido que me iba de viaje a una amiga y dejé el celular a un lado de la cama. Ya me lo puedo imaginar, vibrando, foquitos de todos colores encendiéndose por los mensajes que llegan y no podré contestar. Mis amigos (los conocidos y desconocidos) seguramente se preguntarán qué me pasó. No los quiero dejar plantados. Así que astutamente saco mi Tablet, la enciendo y busco la red de este autobús. Qué fortuna que todos los años que han transcurrido en la historia, todas las guerras e invasiones hayan culminado en esto: Autobuses con Internet incluido. No encuentro la red. No encuentro la red. No. Encuentro. La. Maldita. Red. ¿Por qué? Me levanto y voy a donde está el chófer, es un señor bigotón que puede ser de 30 o de 50 años (no sé cómo le hace, magia de chófer, yo deduzco).
—Oiga —me le acerco—, no detecto la red ¿Hay alguna falla?
— ¡Ah! —me dice, como si se acordara de algo— Es que este autobús no tiene. Se le descompuso.
—Se le descompuso —repito.
—Sí, mijo. Ay disculpe.
—Descuide, no hay problema.
Regreso en silencio a mi asiento. Mi abuela y mi madre estaban en los asientos frente al mío. Me hacen una cara de preocupación, sabían lo que iba a pasar.
Grito por dentro. Tan estruendoso que estallan copas metafóricas. Nadie me escucha. Ya había unos señores roncando; una tipa traía reggaetón a todo lo que da, asumiendo que a todos nos gusta. Aún grito por dentro. Mis cuerdas (cordura) vocales hubieran explotado si lo hubiese exteriorizado. El Universo entero deseaba burlarse de mí, el Universo me puso en un camión que durará 12 o 14 o 1,000 horas en llegar. Y en todo ese trayecto me habían despojado de lo valioso. ¿Qué se suponía que hiciera? Casi lloraba. Pero no le daría ese placer a las viejas chismosas que estaban atrás de mi hablando de la vida amorosa de no sé quién y no me importa. Una lágrima casi me salía, estaba a punto de arrojarme por la ventana de ese horno nazista móvil y nunca volverle a ver la cara a nadie.
Estaba obligado a permanecer sentado.
—Pregúntale si tienen una película, mijo —me dijo la abuela.
—Es cierto. Ya voy.
Con un poco de esperanzas regreso con el conductor.
—Oiga —le dije— ¿No tienen películas que poner?
—Si mijo, pero como ahorita está oscuro, no las ponemos. Ya hasta que amanezca.
—¿Qué hora es? —le pregunté.
—Son las… —se asoma a su reloj de pulsera— una.
—Son las una —repetí.
—Güeno, es la una.
—Gracias.
—Ya mero amanece. Échate un coyotito o algo.
—Gracias.
Informé la situación a mi madre y abuela.
—Pues duérmete —me recomendaron por igual.
—Intentaré.
Creo que esto ya es conocimiento común, pero el reggaetón inspira a muchas cosas menos a dormir. La tipa seguía con la música a todo lo que daba su telefonito de bocina chafa. «Inhala. Exhala. Todo es sugestivo.» me dije. Caí dormido cuando estaba iniciando una canción sobre perreo intenso.
Soñé las llantas del autobús sobre el asfalto. Soñé todos los lugares donde ha estado, toda la gente que lo pudo haber montado, todos los famosos, que antes de ser famosos pudieron haber subido a este autobús. Ahí reside la peculiaridad del transporte terrestre, atraviesa tantos lugares, tantas paradas, tantas personas con sus propias ilusiones y problemas subiendo a un mismo plano. Dejan un pueblo o ciudad atrás para pertenecer a otro, aunque sea temporal.
Desperté, la canción sobre perreo intenso iba finalizando. O me dormí durante el inicio y el fin de la canción, o dormí por toda la lista de reproducción de la tipa aquella. Para discernir, me asomé enfrente, a ver si mi abuela o mi madre dormían. Raro pensar que tendré que pasar gran tiempo sentado, dejando que las hemorroides florezcan, aburriéndome, matándome con el martirio de las grandes imposibilidades que había en estar sentado en un tedioso autobús, sin música, sin películas, sólo las pláticas ajenas poco interesantes y el silbido del chófer era lo que entraba a mi radar.  Mi madre dormía, mi abuela no.
—¿Qué hora es? —le pregunté.
Sacó su teléfono y se fijó en la hora.
—Una y media.
Bueno, al menos ya es media hora menos de viaje. Menos martirio para mí. Me resultó extraño ver a mi abuela despierta, siempre creí que la gente cuando llegaba a cierta edad (me refiero a la senectud) duerme muy temprano y despierta muy temprano, con el propósito de aprovechar la poca de vida que saben que les queda.
—¿Y qué hace despierta? —inquirí a mi abuela.
—Estoy esperando las dos para tomarme mi pastilla.
—¿Qué pastilla? —pregunté intrigado.
—La del corazón —me respondió.
—¿Está tomando pastillas para el corazón? —pregunté sorprendido.
—Si ya sabías.
—¿Desde cuándo las está tomando?
—Desde que tuve mi ataque al corazón. Si ya sabías.
Diablos. Lo había olvidado. Hace alrededor de dos años mi abuela había tenido un ataque al corazón por una inyección que le habían puesto. Tuvo una reacción alérgica y su órgano dejó de latir. Lograron resucitarla. Aún años después tiene que seguir tomando pastillas. No me lo imaginaba.
—¿Y cómo se siente ahora? —quise saber.
—Mejor. He estado comiendo más saludable y cada que puedo salgo a caminar. Tengo que seguir tomando mis pastillas, eso sí.
    Permanecimos en silencio hasta que ella sacó las pastillas. Eran al del tamaño de la uña de mi índice. Nunca había visto pastillas tan grandes. Vi que se la metió a la boca en seco.
—¿No tomará agua?
—Se me olvidó traer —dijo en un tono culposo.
—Yo traigo.
De mi mochila saqué una botella y se la pasé. Así ella pudo tomar un poco más confortable su pastilla. Me agradeció y me regresó el envase.
—¿Está emocionada de ir a Mazatlán?
—Si —me dijo—. Hace mucho que no veo a tu tía.
—Desde hace unos tres años, ¿no?
—Así es.
  Qué feo pensar que tuviste un paro cardiaco mientras tu hija vivía en Mazatlán.
—¿Y qué planes tienen?
—Turistear, comer, relajar, vivir la vida loca —dijo en un tono severamente serio.
—Suena bien.
—Y pasar el rato juntos.
  Me quedé pensando.
—Las caminatas en la playa son buenas para la salud, ¿verdad?
—Sí. Estimulan el sistema cardiovascular.
—¿Qué tal si usted y yo nos damos una caminata por la playa cuando lleguemos?
—Me parece perfecto—dijo firme y tierna.
  Alguien malicioso me juzgaría que invite a mi abuela a la caminata por el mero remordimiento de conciencia y no lo culparía, puede ser cierto, pero lo que procuro más que nada es una reconexión con ella. No puedo creer que pasé dos años sin saber que tomaba pastillas, y menos de ese tamaño. No lo hago pensando en mí, ni pensando en ella, lo hago pensando en nosotros. Será bueno. Ella se durmió, y seguido a eso yo también. Desperté. Seguía oscuro. Ya no sonaba ningún reggaetón (o me volví inmune a él). La abuela dormía pero mi madre estaba despierta, ella estaba del lado del pasillo y la abuela hacia la ventana. Mi madre estaba viendo algo en su celular, con el pulgar deslizaba una página o algo hacia abajo.
—Hey ¿Te desperté? —me preguntó preocupada.
—No. Me duele la cabeza. Ha de haber sido eso.
—Aquí traigo una pastilla.
  No quiero ver más pastillas, me hacen sentir terrible.
—Tómatela.
Resignado, me la tomé. A los minutos me vuelve a hablar.
—¿Te sientes mejor?
—Si. Gracias.
—Menos mal que estaba precavida. A tu papá también le pasaba lo mismo.
—¿En serio? —le pregunté.
Hacía mucho no hablábamos de mi padre. Él no está con nosotros desde hace tiempo (larga historia, quizá en otro viaje de 12 o 14 horas se pueda contar).
—Si —me dice—. Muy seguido viajábamos en camión, y siempre despertaba con dolor de cabeza.
—Vaya —razoné—. A veces uno no se explica características de uno, y la respuesta está en la familia misma.
—Y es lo más cercano.
—Tal vez —le contesté. No estaba 100% seguro de eso.
—¿Cómo que tal vez? Lo es.
—No es como si habláramos mucho. Digo, apenas ahora, 17 años después me entero de que a mi padre también le duele la cabeza al despertar.
—Cierto. Tenemos que darnos la oportunidad.
—Invité a la abuela a una caminata en la playa.
— ¡Mira, mira! ¿Y eso?
—Supe que es bueno para el cuerpo. No vendría mal.
—Nada mal —me dice.
Mantuvimos un silencio incómodo, que a decir verdad, no era tan incómodo como lo pintan. Me fijé en los pasajeros. Ya había unos nuevos. Y otros ya se habían bajado. Es curioso pensar como nuestras vidas cruzaron por un par horas y se separan tan casualmente.
—¿Viajabas con mi padre? —le pregunté a mi madre.
—Si —me dice—. Fuimos a muchos lugares. Dentro del Estado, pero fuimos a muchos.
—¿Y qué pasó?
—Naciste.
—Ah.
—No es que sea algo malo, de ahí el viaje fue diferente.
—¿Por qué?
—Porque de ahí tuvimos que buscarnos un lugar más concreto en la ciudad. Para que pudieses crecer mejor.
—¿Y qué lugares visitaron? —pregunté, sintiéndome entrevistador.
  De ahí empezó una de las anécdotas más interesantes que había escuchado, y más que nada porque los protagonistas eran mis padres. No me los imaginaba aventurándose por el mundo desde que yo era niño. Había perdido ese toque. Me cambié al lugar que estaba a un lado de ella, estaba vacío y aproveché. Me contó sobre pueblos donde no tenían ni un centavo y tenían que arreglárselas para sobrevivir. Me contó que se subían a autobuses como éste e iban a donde sea que fuese. Me habló de la peculiar personalidad de mi padre, y grande mi sorpresa al darme cuenta de que aspectos mencionados los compartía yo mismo con él. Pronto despertó mi abuela y añadió recuerdos de las anécdotas: Los regaños que le daba cuando no aparecía, cómo mi tía y ella se ponían de acuerdo para que pudiese tener sus escapaditas de autobús. Al rato mi abuela añadió sus historias también. Ella nació en otro estado, eso significa otro contexto. Me quedé fascinado por lo que ellas podían contar. Por todo lo que vivían atrás de esas caras trabajadoras, me di cuenta de algo: me gasté la vida en las redes buscando vidas qué seguir, saber qué hacía quién, me gastaba mis días viendo las vidas ajenas a través de un monitor plano, frío. Qué cosa tan maravillosa las pláticas que tuve con ellas, la calidez de sus relatos, los comentarios que complementaban a cada una, la química que compartían. Sentí que apenas despertaba en este gran espectro que se llama familia. Es con ellas el primer alcance a lo demás, la cercanía a las relaciones honestas. Estoy contento de que conocerlas, y de que ellas me conozcan a mí. Además de escucharlas hablar, yo también les conté de mis inquietudes, qué quería estudiar.
—Serías un gran arquitecto —me dijeron.
    Con el paso del tiempo más gente subía y bajaba. Nadie de los que partieron con nosotros estaban ya en el autobús. Estábamos en un estado que nunca habíamos visitado antes, y a pesar de no tener un piso en su tierra, u oler directamente de su aire, sabíamos que no era Sonora. Los colores, la gente, los letreros, todo diferente. No me hubiera dado cuenta de ello si tuviera la cara pegada al monitor, no hubiera visto la heterogeneidad humana si hubiera decidido hacerme el mulo y tener la cabeza gacha, quejándome de la ausencia de Internet. Hubo un momento en el que el camión se llenó por completo y regresé al asiento que tenía comprado. En seguida de mí había una señora despeinada que no decía nada en lo absoluto, parecía una estatua por su condición estática. Volví a dormir y mi madre y mi abuela también. Me soñé naciendo. Desperté, había amanecido, el autobús solitario. Mi madre y mi abuela dormían. Desde atrás me asomé a verlas. Se les veía satisfechas, habíamos logrado un hito en este viaje al estar encerrados en un mismo lugar. Interesante como los requisitos de unión aplican. El sol brilló. Las pantallas del televisor del autobús se bajaron e inició una película de una comedia romántica. Cuando acabó dejaron un espacio sin programación. Me invadió una extraña depresión al pensar en nuestras diferencias de edades, en que ellas llegaron diferente tiempo a mí, y así mismo, se irán. Nuestros boletos son distintos. Pasearíamos en la playa y de ahí se crearía una memoria que nunca olvidaremos. Aunque si he de ser sincero, lo que nunca olvidaré es cómo un autobús se trasformó en una cápsula de tiempo  -la teoría de la relatividad en su esplendor-, en un escenario: Es la muestra de la futilidad del humano como un objeto que se mueve.

Si bien un avión llega en hora u hora y media, el autobús en 12 ¿Cuánto tardaría una persona? El autobús existe para enseñarnos, conectarnos y desconectarnos. Con el paso del tiempo empezó otra película, esta vez de acción. Antes de que terminara ya habíamos llegado a Mazatlán. Nos recibió mi tía, vimos a su esposo que hace 6 años apenas era su novio. Lo primero que hicimos fue pasear por la playa, era temporada alta, parecía un laberinto humano. Respirábamos la salinidad, lo vívido del océano pacífico, deseábamos que ese tiempo fuera largo, largo y disfrutable, como un viaje en autobús bien invertido.

Sunday, January 25, 2015

Músculos Adoloridos

Hay muchas maneras de ser feo. Y todas las cubro yo. Al menos físicamente.
Bueno, no. No es cierto. Estoy 2/3. Pero la línea inicial se me ocurrió ayer, cuando iba caminando a mi casa. Me encontré afuera de un abarrotes a una mujer con uniforme de TAKATA fumando y haciéndole mala cara al entorno. Y vaya que esa mujer era fea, y vaya que inhalaba macizo al cigarro. Si yo fuera tú haría lo mismo, pensé. Y es lógico, cuando eres feo puedes hacer lo que quieras con tu cuerpo. ¿Qué tienes que perder si fumas a diario? Los dientes blancos de todos modos no te favorecían. Y si comes todas esas comidas suculentas, grasosas…. ¿Qué es lo peor que te puede pasar? Si ya estás feo, ningún daño vendría en engordar o en que te salga acné. Recuerdo mucho una de las líneas emblemáticas de Trainspotting respecto a una dosis de heroína: “Imagina el mejor orgasmo que has tenido en tu vida. Ahora multiplícalo por 1000, así se siente.” Eso suena como una muy buena propuesta, pero la contrapropuesta es como acabas ya siendo adicto. Así que existe esta balanza entre hacerlo o no. Es una cuestión sobre qué vale más: El hedonismo o la anatomía. Aquella tarde que vi a la señora me había pasado horas en el gimnasio, buscando tener un cuerpo decente para complementar mi aspecto 2/3. Supongo que busco tener un mejor lugar en este mundo, gustarle a más chicas, serle más agradable a los policías cuando me paren, ser favorecido cuando escojan a los integrantes del equipo de fútbol en las retas. Por eso iba al gimnasio. Si fuera feo, refeo, me gastaría la vida pecando. Los feos por default recaen en el fondo del estatus social. Lo mejor para el feo es disfrutar de lo que se priva el atractivo. Espero en algún universo paralelo ser horrible y gozar de la vida como siempre quise, sin restricciones.  

Tuesday, January 6, 2015

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1. INT.  BAÑO.
Vemos a ADOLFO MADRID en la tina de baño. Inquieto. Mira alrededor. Se come las uñas. Suena el timbre. Apresurado sale a abrir.

2. INT PASILLO
En la puerta estará la DRA. PIÑA. Adolfo le abre y la invita a pasar. Ella, en paso muy profesional entre e inspecciona. Se fija en el mapa de Mexico y los estigmas que Adolfo le ha puesto.

ADOLFO
Buenas tardes, Dra. PIÑA. Qué bueno que pudo venir.

 PIÑA
Descuide, señor Madrid. ¿Y si nos encargamos enseguida de nuestra cita?

ADOLFO
Si, si. Con gusto. Pase por favor.

Adolfo la guía al baño.

3 INT. BAÑO
Adolfo hace que Piña se siente en el excusado. Él vuelve a meterse la tina de baño. Se acomoda y aclara la garganta. A la cara de extrañada de Piña, Adolfo excusa el estar ahí.

ADOLFO
Ah, si. Se preguntará por qué estamos en el baño. Verá, el baño es un lugar muy bonito, casi subestimado. Es un lugar privado en donde todas las impurezas se van. La gente suele salir mas contenta y aliviada que triste y consternada del baño. Así que creí que este sería un buen lugar para tener la sesión ¿O le incomoda?

PIÑA
No, no. Comprendo.

ADOLFO
(Se acomoda) ¡Ah! Menos mal. Si gusta agua o algo no dude en decirme.

PIÑA
Claro, no lo dude.

La dra. Piña exhala, saca de su maletín un cuaderno, busca una hoja en particular.

PIÑA (CON´T)
Entonces, tengo entendido que era urgente la sesión de hoy.

ADOLFO
Si, si lo es. No creerá lo que me pasó ahora.

PIÑA
(Un tanto sarcástica) Cuénteme.

ADOLFO
Como sabrá, hace poco me hice prácticante del Hinduísmo, por eso la Tilaka que tengo marcada en mi sexto chakra (La señala).

PIÑA
Ajá…

ADOLFO
Hice todo lo que pude. Seguí las escrituras. Aprendí todo lo que pude sobre Shivá y sus maneras de vida. Dejé de comer carne de vaca. Bueno, carne en general. Empecé a meditar todos los días. Meditaba sobre el final de mi ciclo en esta tierra, en convertirme en un pedazo de lo absoluto, en alcanzar el Nirvana pero…

PIÑA
¿Pero…?

ADOLFO
Fracasé. Sigo sufirendo.

PIÑA
Se refiere a la relación con su hermana?

ADOLFO
Sí… No la puedo olvidar.

PIÑA
Señor Madrid, usted y yo ya habíamos hablado al respecto, incluso hace un año. Y habíamos quedado de adecuerdo en que lo mejor para ambos era el aborto que tuvo su hermana.

ADOLFO
Pero, era mi hijo.

PIÑA
Señor Madrid, me encantaría que canalizemos nuestra sesión de ahora en como se siente sobre el aborto que tuvo su hermana y su mudanza a Estados Unidos. Que es algo que usted todavía no puede soltar, al parecer. (A si misma) Despúes de haberme sacado tantos trucos de la mangga.


ADOLFO
No! Que va! Usted tiene razón. Ya habíamos quedado de acuerdo. El incesto no es la mejor opción. Ni Psicologica ni biológicamente. Sólo a los hijos de Adán y Eva se lo perdonaron.

PIÑA
Asi que ha estado leyendo sobre Adán y Eva?

ADOLFO
Bueno, no realmente. Es conocimiento común, trivial. ¿Si quiere escuchar lo que le pretendo contar desde que le llamé?

PIÑA
Es su tiempo, señor Madrid, ocúpelo como quiera.

ADOLFO
Como le dije, estaba perdido en mi identidad religiosa que acaba de cobrar, y como impulso repentino, en mis meditaciones no dejaba de aparecer en mi mente Jesúcristo clavado.

PIÑA
¿Jesúcristo?

ADOLFO
Si, como si quisiera algo de mí.

PIÑA
¿Cómo reaccionó?

ADOLFO
Pues, fui a la  capillita que tiene mi vecina. Me dije que lo mejor sería prenderle una velita al Jesús que tienen ahí. ¿Le importa si me rasuro?

PIÑA
¿Cómo dice?

ADOLFO
Si me rasuro. Es que, quiero aprovechar.

PIÑA
(Anonada) Está en su casa… baño.


ADOLFO
(Se levanta hacia el lavamanos. Se pone crema para afeitar) El caso es que fui a la capilla a prender una vela.

4 EXT. CAPILLA
Veremos parte de “Velita” hasta cuando sale humo (Pero aún no acaba)

5.- INT. BAÑO
Adolfo ya estará a medio rasurar.

PIÑA
¿Humo?

ADOLFO
Ajá.

PIÑA
De la veladora?

ADOLFO
Sip.

PIÑA
Eso es imposible.

PIÑA
(Se voltea hacia ella, aún con crema para afeitar) Y de qué me serviría mentirle, doctora? Usted sabe muchas verdades de mi. Sería idiota mentirle a este punto.  Humo salió de la veladora. Y vaya que apestaba.

6.- EXT CAPILLA
Vemos el resto de Velita.

7.- BAÑO
Adolfo llevará mas rasurado, pero no todo aun.

ADOLFO
Y me fui corriendo en cámara lenta.

PIÑA
¿Y en qué quiere que le ayude, señor Madrid?

ADOLFO
Usted es inteligente, dra.
PIÑA
¿Y en qué quiere que le ayude, señor Adolfo Madrd?

ADOLFO
¿Por qué Jesucristo me habría hecho eso? Sorprenderme con ese…. Azufre gaseoso.

PIÑA
(Siguiendo el juego) ¿Quizá rencoroso por su politeísmo?

ADOLFO
¿Será? ¿Y por qué me invadía en mis meditaciones?

PIÑA
Para que le remuerda la conciencia.

ADOLFO
(Disgustado) Él debería saber que lo nuestro acabó. Mi espíritu vuela por otros altares.

PIÑA
Pues, así están las cosas, señor Madrid

ADOLFO
¿Y nomás? ¿No me ayudará a resolverlo? Un Dios rencoroso es una cosa terrible, sabe.

PIÑA
Los dioses en si son cosas terribles, señor Madrid. ¿Qué opina usted de la idea de convertise en el liquido que le plazca a los dioses y encima de eso, adaptarse a su vaso? Solo por el hecho de ser feliz.

ADOLFO
Pues no son los Dioses en sí, doctora. Yo amo a mi hermana, y estoy seguro de que ella a mi. Ella iba a tener a mi hijo. Y ningún Dios me lo quitó, fueron manos quirúrgicas. Fue el juicio de nuestra madre llena de odio que no aceptaba nuestro amor.

PIÑA
Usted lo está diciendo, Adolfo. ¿Entonces para qué busca caminos espirituales en su vida? Si ya sabe de la poca influencia que tienen en lo que acontece en su día a día.

ADOLFO
Porque es el otro lado de la moneda.

Adolfo empieza a complementar un signo de interrogación usando el punto que ya tiene puesto.

ADOLFO (CONT´D)
Porque las religiones son imperios formados incluso antes del estado. Era la percepción moral como un diamante en bruto. Un diamante de plástico en bruto. Son de un momento en el que el Incesto era óptimo. Ahí tiene a tantos Dioses griegos que tenían relaciones entre hermanos, padres, madres…

PIÑA
Los tiempos de hoy son otros, Adolfo, y sigo sin entender de qué se está engañando. Porque lo que usted hace es meramente un mecanismo de defensa. Medita para olvidar, y sin embargo, se remonta a pasos anteriores. A cuando practicaba el catolicismo.

ADOLFO
(Desesperado) ¿Y por qué el humo? ¿Qué clase de metáfora es?

PIÑA
No sé, Adolfo. Ni siquiera sé si eso pasó en verdad.

ADOLFO
¡Claro que pasó! Y se lo puedo demostrar.

8.- EXT. CAPILLA
(Se lo demuestra)

Mientras el humo se va disolviendo, la dra Piña se percata de algo pero no puede ponerlo en exactas palabtas.

PIÑA
Las cosas se nos escapan, Adolfo. Lo único que sabemos es que hay un rumbo. Y a veces no sabemos cuál es ni cómo ni donde está.

Adolfo se queda sin palabras.

PIÑA (CONT´D)
Desde que tu madre te mandó conmigo hace 5 años tú tendrías unos 17 o 18. Ahora estás diferente, has aprendido cosas. Tienes que aceptar el aborto de tu hermana.

Adolfo la abraza.

Fade Out. Fin.

Saturday, January 3, 2015

Olimpia

Estábamos en línea detrás del gabinete presidencial. «Estense listos en caso de que ocurra algo. » nos habían dicho. En una de las esquinas había un letrerote grandote que decía MEXICO 68, de hecho, se podía ver ese emblema por doquier. En la televisión, la radio, los periódicos, entre la gente –que más que nada se quejaban de la tenencia-. Podía ver una bola de chinos con diferentes banderas, llegaron un chorro de negros y las mujeres estaban encantadas con ellos. Yo en lo personal no le podía quitar los ojos de encima a las francesas, aunque mis colegas decían que eran peludas de las axilas, no me importaba tanto. No soy del tipo quisquilloso en cuanto a axilas. La música sonaba tan orquestada y magnificente que ni me creía que fuera México, pero el repetido letrero de México 68 me lo aseguraba, me dejaba con los pies en la tierra, atados a maíz. Pocas veces había visto tanta gente en mi vida, supongo que es lo que pasa cuando hay olimpiadas. Yo quería entrar en arquería porque tengo buena puntería pero no fui a audiciones ni nada, y aparte el General decía que mi encargo actual es más importante. «Sin orden no hay nada.» me dijo. «Así que hay que lograrla como sea. »  Me dio un chingo de hueva tener que ver a cada país en fila, uno por uno. El único entretenimiento era fijarme en las francesitas y averiguar de qué densidad era su vello axilar. Desde donde estaba ni un pelo les podía ver. Pero si se podía ver todo lo demás: La gente aplaudiendo, las diferencias en los montones distribuidos por colores nacionales, la pintura en la cara deshaciéndose del sudor y la euforia de la gente. Un magno-evento ha empezado y nosotros somos los encargados de que todo en esté en equilibrio. Estábamos especialmente reunidos para ello: El batallón Olimpia. Selectos soldados a la mano de nuestro presidente, o del hocicón, como le gritaban desde las bancas. Como había dicho, tengo buena puntería, no por nada paré en el batallón. Qué lindas piernas las de las francesitas. Me dan ganas de traicionar a la patria en este mismo instante y que me exilien en Francia. Mis colegas se entusiasmaron más por las gringas, que por güeritas mamacitas.
   Una bola de gente que no vestía a favor de ningún país ni tenía la cara pintada –sino más bien hinchada- arrojó una paloma negra que cayó muy cerca de nosotros.
—No es nada— dijo el General.
—¡Asesinos!— empezó a gritar el montón.
—¡Súbanle a la música, weyes!
—Es todo lo que da, General.
—Pues vayan a sacarlos a los hijos de la chingada. ¡Abasolo! ¡Mina! ¡Herrera! Órale. Llévenselos pa´trás.
—A la orden.
—Y disimulados. No queremos desmadres.
Los tres salieron por una puerta. Me había quedado junto a otros más. Con la pistola bien escondida, me dijeron que la cuidara bien porque luego había que regresarla. Tenía ganas de orinar pero la vena inflada en la frente del General mientras veía a los gritones no me convencía de advertir mi necesidad. A los minutos el General se salió también y yo seguía aguantándome las ganas. Después de un rato llego y le pedí permiso de ir al baño.
—Ve pues, meón.
— ¿Se encargó de los rebeldes? —le preguntó uno de los tantos trajeados que tengo que obedecer.
—Así es, licenciado. A ver si allá reconocen a uno de sus amiguitos.
   Me salí directo al baño. Empujaba a la gente a lo bruto y se encabronaban conmigo. Yo no hacía nada, no podía decirles que era del batallón Olimpia o lo que había hecho lo que hice hace 10 días, ni para intimidarlos. La fila para el baño era bien larga, y era una mezcla de tantas razas de la misma especie. Los hice a todos a un lado y me metí a la fuerza en la línea. Los empujé con desgracia y sin importar lo que fuera a pasar. Yo tengo el poder de mi lado. Me gritaron en tantos idiomas distintos que todos en conjunto sonaban como uno solo, y yo sabía el significado de esa conglomeración racial: Me vale verga. Justo un cabrón acababa de salir y en mi prisa y empujes ni alcance a verle la cara. Lo que si vi fue el agua amarilla que dejo en la taza ¿Orina africana? ¿Irlandesa? ¿Portuguesa? Poco me importa. Aportemos a la conglomeración racial con mi propio producto. El chorro duro más de lo esperado y admito que incluso después de haber terminado me quede quieto, adentro, pensando. De afuera seguían haciendo sus fútiles quejas que yo seguía interpretando de la misma manera. Dejé el agua aún más amarilla, y como invitación a la enciclopedia de orina mundial no le bajé a la taza. Hagamos de esto una tradición. Lo que si hice fue lavarme las manos. Me quité el guante blanco y por un segundo me sentí mundano, sin poder, sin sangre ajena derramada en mis prendas. Me lo puse de vuelta y volví a sentirme parte de algo grandioso. De la conservación del poder y de la autoridad. Salí y agredí a esos negros amarillos blancos a como me dio la gana.
  De vuelta con el presidiente todo estaba en orden. Seguían unos pelados gritando mamadas pero nada de grave calibre. Fijándome en la pantallota le hacían un close-up a las francesas. No se veían contentas. ¿Qué no disfrutaran la idea de estar aquí? Si tenemos Acapulco, tequila y buena música. Yo le pondría una casa en Acapulco a cualquier de ellas. ¿Por qué tenían esa cara de constipadas? ¿Sabrán lo que pasó hace 10 días? Si lo hicimos por ellas. Para darles la mejor de las bienvenidas. Terminándose esta ceremonia de las mil huevas me les voy a acercar. Bonjour, le diré a la de cuello más largo. Le daré unas flores y de ahí a como sea nos daremos a conocer. Le contaré que yo iba a ser el próximo campeón de tiro de arco pero sacrifiqué la gloria por poder proteger a mi nación. “Siempre leal”. Le mostraría el balazo que tengo debajo del guante que Herrera pendejo que me dio. Aunque bien tuve mi venganza y le di en la oreja. Ni cómo excusar la euforia. Después de unos tragos de tequila la invitaría a mi habitación. Le enseñaría mi arco y haría como si le fuera a disparar. Después del susto la tranquilizare contándole una de mis más grandes hazañas. El día que esos socialistas de la pelaron.

—¿Qué son los socialistas? —le había preguntado Farías al General. Justo cuando estábamos detrás de la Iglesia.
—Pues estos, los estudiantes.
—Sí, ¿pero qué chingados quieren?
—Se la llevan gritando que quieren revolución e insultan al presidente. Que no ves que desde hace meses hacen revueltas y no hacen más que interrumpir el progreso.
—¿Eso es ser socialista?
—Yo creo. Puros mocosos —se quedó en silencio por un rato— ¿Traes tu guante?
—Afirmativo.
—Bien. Ahorita doy la orden de la Bengala.
   Actuamos como si nada y me dijo que me adelantara y que me mezclara entre los civiles. Traía puesta una chamarra negra, una camiseta blanca y pantalones azules. Me había acomodado entre vendedores ambulantes, unos ferrocarrileros, un montón de estudiantes, unos se veían muy chiquitos. Me compré una paleta de elote.
—¿Perdió su otro guante? —me preguntó el vendedor.
—Si —le respondí—. Ojalá pueda recuperarlo. Si lo encuentra me dice, por favor.
—Claro.
—¿Y por qué hay tanta gente aquí?
—¿Si ve a esos que están en el tercer piso?
—¿A los de los altavoces? Si. Los veo.
—Son de la CNH. El Consejo Nacional de Huelga.
—¿Y que traen o qué?
—Quieren el cambio más que nada. Exigen revolución. El gobierno que no deja de abusar de uno.
—Ya comprendo —le respondí.
—Yo siempre que me entero de que habrá un mitin me vengo, no solo para vender, si no para dar apoyo a la causa.
    De ahí unas muchachas con  batas médicas de la UNAM se nos acercaron con botes de la CNH. El señor echó dentro lo que le acababa de pagar yo por la paleta, además, sumé mi aportación con el primer billete que encontré en mi bolsa.
    El agradecimiento de las muchachitas fue más que exagerado. Revisé mi reloj, 5:50. Tomé a la muchachita del bote del brazo, espantada se volvió hacia mí.
—Disculpe señorita —le dije en mi tono más relajado— ¿Me podría contar sobre su movimiento?
—¡Claro! —respondió— le pasó el bote a otra que estaba vestida igual que ella y le pidió que siguiera con la colecta.
—Nuestro espíritu nace a partir del deseo de cambio —me dice—. Nuestros movimientos oficiales se remontan desde meses atrás, y la CNH inicia como huelga por parte de las escuelas que desean que se liberen a los presos políticos. Que eran mismos estudiantes. Desde entonces hacemos juntas cada que podemos e invitamos a toda la población a que se una a la causa. Lo que más coraje me da es que durante nuestras manifestaciones, que son totalmente lícitas en la constitución, haya intervención militar. ¡Han salido tanques de guerra para detener al propio pueblo! ¡¿Qué señal de unión es esa?!
Sé de qué tanque habla, a Herrera le había tocado manejar uno. Yo todavía no llegaba al D.F.
—Días después la intervención militar colonizó la ciudad Universitaria. Gente armada para tenernos como ganado.  Pero eso no nos detuvo para nada. Al contrario. Nos hizo crecer. Como ves, ahorita somos alrededor de 8,000 personas reunidas. En contra de la represión, de la injusticia de salario, de la privación de libertad. No somos idiotas. No nos dejaremos contra esos pelados.
   La exaltación era tremenda en esta muchacha. Como si estuviera segura de lo que dice.
Me quedé pensando por el momento. Y no le soltaba el brazo, era un apretón que de seguro ella pensaba que estaba emocionado por sus palabras. Mi mano con el guante era el que la tenía apretada. En aquel momento de seguro habría francotiradores localizados a lo lejos. El General tendría a parte del escuadrón lista, armada, dándoles instrucciones. La emoción de la muchacha entraba en mí, pero mis oídos y mi nariz –tenía un pésimo aliento a café- lo filtraban como algo impulsivo, agresivo dentro de mi. Aproveché y le pregunté:
—¿Qué es ser socialista?
  Abrió su boca para decir algo pero ya no la escuché. Detrás de la iglesia bengalas se alzaron y cerraron las puertas. Apreté a la muchacha contra mí. Su confusión creía que la quería proteger. Pero en cuanto le dije ¨Estás arrestada¨ y apreté mi pistola a su torso, la temperatura de su piel le cambió y su aliento se volvió peor. Mientras la jalaba al paredón donde había otros colegas del batallón Olimpia para que la tuvieran amarrada, un pendejo me empujó y me tiró. La muchacha escapó y sólo pude ver sus zapatitos de enfermera alejarse. Me encabroné como nunca lo había hecho. Yo fui el primero en disparar, y claro que supe a quién hacerlo. Le día en la rodilla al wey que me tumbó y eso me aseguró que ya no se escaparía. “¡No corran! ¡Son de salva!” Gritaban los del altavoz en el tercer piso. Pendejos. De ahí los gritos más recurrentes que escuchaba era que estaban armados, que habían cerrado las puertas, que están atrapados, que hay niños, que hay mujeres. Me apresuré la entrada del edificio Chihuahua para agarrarlos y en el trayecto de seguro habré disparado dos o tres balas con impresionante puntería. El grito de temor se volvió uno solo. Una melodía que tenia de percusión los balazos. El jodido de Herrera me dio en la mano y él no se dio cuenta. Yo le di en la oreja y él no se dio cuenta. Avancé dentro del edificio y me fijaba bien quién tenía guante blanco y quién no. A los que no de volada me los chingaba. Nos agarramos a una bola de estudiantes y les bajamos los pantalones y les quitamos la camiseta. Se mearon del miedo, era una conglomeración de pánico. Hicimos que se identificaran y los mandamos a cuartos que estaban en el mismo edificio. Los balazos seguían. Había gente tirada en el piso. Me imaginé que si quisieran usar tiza para marcar los cuerpos en el piso necesitarían al menos 10 paquetes y eso se me hace poco. Me asomé por la ventana donde estaban los meros meros de la CNH y asegurándome de tener mi guante blanco a la vista empecé a gritar “¡No corran! ¡Son salvas!” De ahí podía ver a los tanques rodear Tlatelolco y me dije que me hubiera gustado conducirlo. Nunca había manejado un tanque.
“Soldado no dispares, tú también eres pueblo” dijo alguien a quien le disparé.
No sabría en verdad a qué atribuirle la violencia de mi personaje. Las personas se despojaban de su individualidad y se convertían en objetos sin conciencia, corazones que latían o más fuerte o más lento. Dejaron de ser la cosa existencial por la que tanto alegaban. Los que estaban sin ropa contra el concreto de Tlatelolco agonizaban, dejando que el oxígeno repleto de pólvora entre por sus pulmones y heridas, dando bienvenida a la idea automática de la mortalidad. Sus vidas se habían vuelto más significativas que ayer y no se daban cuenta por estar concentrando su ser en dolor, como si el mundo no existiera, como si su lucha nunca hubiese ocurrido, como si hubiesen nacido y lo siguiente que les ocurrió fue estar derramando sangre junto a otros más. Guardé mi ametralladora. Varios habían logrado escaparse y en verdad no me importaba.  Hubo uno que otro astuto que se puso su calcetín blanco en la mano para disimular ser de los nuestros. ¿De qué color habrán sido mis calcetines en ese instante? La bota estaba muy apretada como para averiguarlo.  Bajé y el General me había pedido que tomara cuidado de unos presos. Eran dos enfermeras de la UNAM, no sabría si decir las mismas de hace rato, en aquel momento todas las caras eran el mismo blanco para mí. Les pregunte qué países veían más fuertes estas olimpiadas pero todas se rehusaron a hablar. Silencio femenino, qué cosa tan maravillosa. Al rato se las llevaron y yo me había estado aguantando las ganas de orinar todo ese rato. Fui a los baños del edificio pero todos tenían dentro a custodiados. Tuve que orinar en un excusado que tenía a un reportero esposado al lavamanos.
Admito que aquella tarde no asesiné a nadie. Pero les hice pasar algo peor que la muerte: vivir el legado que nosotros los poderosos dejamos. Anocheció y  me sentía muy cansado. Por suerte yo no fui de los que tuvieron que limpiar. Hasta entonces me di cuenta del dolor que tenía en la mano. Pinche Herrera. Me curaron antes que la bola de sangrados que me miraban con despecho y temor. Los saludé sosteniendo el guante entre mis dedos. Ya no era tan blanco.

La pregunta intrigante es: ¿Cómo le haces para dormir después de lo ocurrido? Después de haber sido participe en la represión que unos dirán más inhumana del México contemporáneo. Después de haberles fallado como protección. Bueno, amigos míos, la respuesta es fácil: Imaginando que tienes una bella y velluda francesa en tus brazos, escuchando fascinada tus anécdotas. Como si fueses una simple historia que contar, la máquina del maquinista.