Sunday, January 25, 2015

Músculos Adoloridos

Hay muchas maneras de ser feo. Y todas las cubro yo. Al menos físicamente.
Bueno, no. No es cierto. Estoy 2/3. Pero la línea inicial se me ocurrió ayer, cuando iba caminando a mi casa. Me encontré afuera de un abarrotes a una mujer con uniforme de TAKATA fumando y haciéndole mala cara al entorno. Y vaya que esa mujer era fea, y vaya que inhalaba macizo al cigarro. Si yo fuera tú haría lo mismo, pensé. Y es lógico, cuando eres feo puedes hacer lo que quieras con tu cuerpo. ¿Qué tienes que perder si fumas a diario? Los dientes blancos de todos modos no te favorecían. Y si comes todas esas comidas suculentas, grasosas…. ¿Qué es lo peor que te puede pasar? Si ya estás feo, ningún daño vendría en engordar o en que te salga acné. Recuerdo mucho una de las líneas emblemáticas de Trainspotting respecto a una dosis de heroína: “Imagina el mejor orgasmo que has tenido en tu vida. Ahora multiplícalo por 1000, así se siente.” Eso suena como una muy buena propuesta, pero la contrapropuesta es como acabas ya siendo adicto. Así que existe esta balanza entre hacerlo o no. Es una cuestión sobre qué vale más: El hedonismo o la anatomía. Aquella tarde que vi a la señora me había pasado horas en el gimnasio, buscando tener un cuerpo decente para complementar mi aspecto 2/3. Supongo que busco tener un mejor lugar en este mundo, gustarle a más chicas, serle más agradable a los policías cuando me paren, ser favorecido cuando escojan a los integrantes del equipo de fútbol en las retas. Por eso iba al gimnasio. Si fuera feo, refeo, me gastaría la vida pecando. Los feos por default recaen en el fondo del estatus social. Lo mejor para el feo es disfrutar de lo que se priva el atractivo. Espero en algún universo paralelo ser horrible y gozar de la vida como siempre quise, sin restricciones.  

Tuesday, January 6, 2015

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1. INT.  BAÑO.
Vemos a ADOLFO MADRID en la tina de baño. Inquieto. Mira alrededor. Se come las uñas. Suena el timbre. Apresurado sale a abrir.

2. INT PASILLO
En la puerta estará la DRA. PIÑA. Adolfo le abre y la invita a pasar. Ella, en paso muy profesional entre e inspecciona. Se fija en el mapa de Mexico y los estigmas que Adolfo le ha puesto.

ADOLFO
Buenas tardes, Dra. PIÑA. Qué bueno que pudo venir.

 PIÑA
Descuide, señor Madrid. ¿Y si nos encargamos enseguida de nuestra cita?

ADOLFO
Si, si. Con gusto. Pase por favor.

Adolfo la guía al baño.

3 INT. BAÑO
Adolfo hace que Piña se siente en el excusado. Él vuelve a meterse la tina de baño. Se acomoda y aclara la garganta. A la cara de extrañada de Piña, Adolfo excusa el estar ahí.

ADOLFO
Ah, si. Se preguntará por qué estamos en el baño. Verá, el baño es un lugar muy bonito, casi subestimado. Es un lugar privado en donde todas las impurezas se van. La gente suele salir mas contenta y aliviada que triste y consternada del baño. Así que creí que este sería un buen lugar para tener la sesión ¿O le incomoda?

PIÑA
No, no. Comprendo.

ADOLFO
(Se acomoda) ¡Ah! Menos mal. Si gusta agua o algo no dude en decirme.

PIÑA
Claro, no lo dude.

La dra. Piña exhala, saca de su maletín un cuaderno, busca una hoja en particular.

PIÑA (CON´T)
Entonces, tengo entendido que era urgente la sesión de hoy.

ADOLFO
Si, si lo es. No creerá lo que me pasó ahora.

PIÑA
(Un tanto sarcástica) Cuénteme.

ADOLFO
Como sabrá, hace poco me hice prácticante del Hinduísmo, por eso la Tilaka que tengo marcada en mi sexto chakra (La señala).

PIÑA
Ajá…

ADOLFO
Hice todo lo que pude. Seguí las escrituras. Aprendí todo lo que pude sobre Shivá y sus maneras de vida. Dejé de comer carne de vaca. Bueno, carne en general. Empecé a meditar todos los días. Meditaba sobre el final de mi ciclo en esta tierra, en convertirme en un pedazo de lo absoluto, en alcanzar el Nirvana pero…

PIÑA
¿Pero…?

ADOLFO
Fracasé. Sigo sufirendo.

PIÑA
Se refiere a la relación con su hermana?

ADOLFO
Sí… No la puedo olvidar.

PIÑA
Señor Madrid, usted y yo ya habíamos hablado al respecto, incluso hace un año. Y habíamos quedado de adecuerdo en que lo mejor para ambos era el aborto que tuvo su hermana.

ADOLFO
Pero, era mi hijo.

PIÑA
Señor Madrid, me encantaría que canalizemos nuestra sesión de ahora en como se siente sobre el aborto que tuvo su hermana y su mudanza a Estados Unidos. Que es algo que usted todavía no puede soltar, al parecer. (A si misma) Despúes de haberme sacado tantos trucos de la mangga.


ADOLFO
No! Que va! Usted tiene razón. Ya habíamos quedado de acuerdo. El incesto no es la mejor opción. Ni Psicologica ni biológicamente. Sólo a los hijos de Adán y Eva se lo perdonaron.

PIÑA
Asi que ha estado leyendo sobre Adán y Eva?

ADOLFO
Bueno, no realmente. Es conocimiento común, trivial. ¿Si quiere escuchar lo que le pretendo contar desde que le llamé?

PIÑA
Es su tiempo, señor Madrid, ocúpelo como quiera.

ADOLFO
Como le dije, estaba perdido en mi identidad religiosa que acaba de cobrar, y como impulso repentino, en mis meditaciones no dejaba de aparecer en mi mente Jesúcristo clavado.

PIÑA
¿Jesúcristo?

ADOLFO
Si, como si quisiera algo de mí.

PIÑA
¿Cómo reaccionó?

ADOLFO
Pues, fui a la  capillita que tiene mi vecina. Me dije que lo mejor sería prenderle una velita al Jesús que tienen ahí. ¿Le importa si me rasuro?

PIÑA
¿Cómo dice?

ADOLFO
Si me rasuro. Es que, quiero aprovechar.

PIÑA
(Anonada) Está en su casa… baño.


ADOLFO
(Se levanta hacia el lavamanos. Se pone crema para afeitar) El caso es que fui a la capilla a prender una vela.

4 EXT. CAPILLA
Veremos parte de “Velita” hasta cuando sale humo (Pero aún no acaba)

5.- INT. BAÑO
Adolfo ya estará a medio rasurar.

PIÑA
¿Humo?

ADOLFO
Ajá.

PIÑA
De la veladora?

ADOLFO
Sip.

PIÑA
Eso es imposible.

PIÑA
(Se voltea hacia ella, aún con crema para afeitar) Y de qué me serviría mentirle, doctora? Usted sabe muchas verdades de mi. Sería idiota mentirle a este punto.  Humo salió de la veladora. Y vaya que apestaba.

6.- EXT CAPILLA
Vemos el resto de Velita.

7.- BAÑO
Adolfo llevará mas rasurado, pero no todo aun.

ADOLFO
Y me fui corriendo en cámara lenta.

PIÑA
¿Y en qué quiere que le ayude, señor Madrid?

ADOLFO
Usted es inteligente, dra.
PIÑA
¿Y en qué quiere que le ayude, señor Adolfo Madrd?

ADOLFO
¿Por qué Jesucristo me habría hecho eso? Sorprenderme con ese…. Azufre gaseoso.

PIÑA
(Siguiendo el juego) ¿Quizá rencoroso por su politeísmo?

ADOLFO
¿Será? ¿Y por qué me invadía en mis meditaciones?

PIÑA
Para que le remuerda la conciencia.

ADOLFO
(Disgustado) Él debería saber que lo nuestro acabó. Mi espíritu vuela por otros altares.

PIÑA
Pues, así están las cosas, señor Madrid

ADOLFO
¿Y nomás? ¿No me ayudará a resolverlo? Un Dios rencoroso es una cosa terrible, sabe.

PIÑA
Los dioses en si son cosas terribles, señor Madrid. ¿Qué opina usted de la idea de convertise en el liquido que le plazca a los dioses y encima de eso, adaptarse a su vaso? Solo por el hecho de ser feliz.

ADOLFO
Pues no son los Dioses en sí, doctora. Yo amo a mi hermana, y estoy seguro de que ella a mi. Ella iba a tener a mi hijo. Y ningún Dios me lo quitó, fueron manos quirúrgicas. Fue el juicio de nuestra madre llena de odio que no aceptaba nuestro amor.

PIÑA
Usted lo está diciendo, Adolfo. ¿Entonces para qué busca caminos espirituales en su vida? Si ya sabe de la poca influencia que tienen en lo que acontece en su día a día.

ADOLFO
Porque es el otro lado de la moneda.

Adolfo empieza a complementar un signo de interrogación usando el punto que ya tiene puesto.

ADOLFO (CONT´D)
Porque las religiones son imperios formados incluso antes del estado. Era la percepción moral como un diamante en bruto. Un diamante de plástico en bruto. Son de un momento en el que el Incesto era óptimo. Ahí tiene a tantos Dioses griegos que tenían relaciones entre hermanos, padres, madres…

PIÑA
Los tiempos de hoy son otros, Adolfo, y sigo sin entender de qué se está engañando. Porque lo que usted hace es meramente un mecanismo de defensa. Medita para olvidar, y sin embargo, se remonta a pasos anteriores. A cuando practicaba el catolicismo.

ADOLFO
(Desesperado) ¿Y por qué el humo? ¿Qué clase de metáfora es?

PIÑA
No sé, Adolfo. Ni siquiera sé si eso pasó en verdad.

ADOLFO
¡Claro que pasó! Y se lo puedo demostrar.

8.- EXT. CAPILLA
(Se lo demuestra)

Mientras el humo se va disolviendo, la dra Piña se percata de algo pero no puede ponerlo en exactas palabtas.

PIÑA
Las cosas se nos escapan, Adolfo. Lo único que sabemos es que hay un rumbo. Y a veces no sabemos cuál es ni cómo ni donde está.

Adolfo se queda sin palabras.

PIÑA (CONT´D)
Desde que tu madre te mandó conmigo hace 5 años tú tendrías unos 17 o 18. Ahora estás diferente, has aprendido cosas. Tienes que aceptar el aborto de tu hermana.

Adolfo la abraza.

Fade Out. Fin.

Saturday, January 3, 2015

Olimpia

Estábamos en línea detrás del gabinete presidencial. «Estense listos en caso de que ocurra algo. » nos habían dicho. En una de las esquinas había un letrerote grandote que decía MEXICO 68, de hecho, se podía ver ese emblema por doquier. En la televisión, la radio, los periódicos, entre la gente –que más que nada se quejaban de la tenencia-. Podía ver una bola de chinos con diferentes banderas, llegaron un chorro de negros y las mujeres estaban encantadas con ellos. Yo en lo personal no le podía quitar los ojos de encima a las francesas, aunque mis colegas decían que eran peludas de las axilas, no me importaba tanto. No soy del tipo quisquilloso en cuanto a axilas. La música sonaba tan orquestada y magnificente que ni me creía que fuera México, pero el repetido letrero de México 68 me lo aseguraba, me dejaba con los pies en la tierra, atados a maíz. Pocas veces había visto tanta gente en mi vida, supongo que es lo que pasa cuando hay olimpiadas. Yo quería entrar en arquería porque tengo buena puntería pero no fui a audiciones ni nada, y aparte el General decía que mi encargo actual es más importante. «Sin orden no hay nada.» me dijo. «Así que hay que lograrla como sea. »  Me dio un chingo de hueva tener que ver a cada país en fila, uno por uno. El único entretenimiento era fijarme en las francesitas y averiguar de qué densidad era su vello axilar. Desde donde estaba ni un pelo les podía ver. Pero si se podía ver todo lo demás: La gente aplaudiendo, las diferencias en los montones distribuidos por colores nacionales, la pintura en la cara deshaciéndose del sudor y la euforia de la gente. Un magno-evento ha empezado y nosotros somos los encargados de que todo en esté en equilibrio. Estábamos especialmente reunidos para ello: El batallón Olimpia. Selectos soldados a la mano de nuestro presidente, o del hocicón, como le gritaban desde las bancas. Como había dicho, tengo buena puntería, no por nada paré en el batallón. Qué lindas piernas las de las francesitas. Me dan ganas de traicionar a la patria en este mismo instante y que me exilien en Francia. Mis colegas se entusiasmaron más por las gringas, que por güeritas mamacitas.
   Una bola de gente que no vestía a favor de ningún país ni tenía la cara pintada –sino más bien hinchada- arrojó una paloma negra que cayó muy cerca de nosotros.
—No es nada— dijo el General.
—¡Asesinos!— empezó a gritar el montón.
—¡Súbanle a la música, weyes!
—Es todo lo que da, General.
—Pues vayan a sacarlos a los hijos de la chingada. ¡Abasolo! ¡Mina! ¡Herrera! Órale. Llévenselos pa´trás.
—A la orden.
—Y disimulados. No queremos desmadres.
Los tres salieron por una puerta. Me había quedado junto a otros más. Con la pistola bien escondida, me dijeron que la cuidara bien porque luego había que regresarla. Tenía ganas de orinar pero la vena inflada en la frente del General mientras veía a los gritones no me convencía de advertir mi necesidad. A los minutos el General se salió también y yo seguía aguantándome las ganas. Después de un rato llego y le pedí permiso de ir al baño.
—Ve pues, meón.
— ¿Se encargó de los rebeldes? —le preguntó uno de los tantos trajeados que tengo que obedecer.
—Así es, licenciado. A ver si allá reconocen a uno de sus amiguitos.
   Me salí directo al baño. Empujaba a la gente a lo bruto y se encabronaban conmigo. Yo no hacía nada, no podía decirles que era del batallón Olimpia o lo que había hecho lo que hice hace 10 días, ni para intimidarlos. La fila para el baño era bien larga, y era una mezcla de tantas razas de la misma especie. Los hice a todos a un lado y me metí a la fuerza en la línea. Los empujé con desgracia y sin importar lo que fuera a pasar. Yo tengo el poder de mi lado. Me gritaron en tantos idiomas distintos que todos en conjunto sonaban como uno solo, y yo sabía el significado de esa conglomeración racial: Me vale verga. Justo un cabrón acababa de salir y en mi prisa y empujes ni alcance a verle la cara. Lo que si vi fue el agua amarilla que dejo en la taza ¿Orina africana? ¿Irlandesa? ¿Portuguesa? Poco me importa. Aportemos a la conglomeración racial con mi propio producto. El chorro duro más de lo esperado y admito que incluso después de haber terminado me quede quieto, adentro, pensando. De afuera seguían haciendo sus fútiles quejas que yo seguía interpretando de la misma manera. Dejé el agua aún más amarilla, y como invitación a la enciclopedia de orina mundial no le bajé a la taza. Hagamos de esto una tradición. Lo que si hice fue lavarme las manos. Me quité el guante blanco y por un segundo me sentí mundano, sin poder, sin sangre ajena derramada en mis prendas. Me lo puse de vuelta y volví a sentirme parte de algo grandioso. De la conservación del poder y de la autoridad. Salí y agredí a esos negros amarillos blancos a como me dio la gana.
  De vuelta con el presidiente todo estaba en orden. Seguían unos pelados gritando mamadas pero nada de grave calibre. Fijándome en la pantallota le hacían un close-up a las francesas. No se veían contentas. ¿Qué no disfrutaran la idea de estar aquí? Si tenemos Acapulco, tequila y buena música. Yo le pondría una casa en Acapulco a cualquier de ellas. ¿Por qué tenían esa cara de constipadas? ¿Sabrán lo que pasó hace 10 días? Si lo hicimos por ellas. Para darles la mejor de las bienvenidas. Terminándose esta ceremonia de las mil huevas me les voy a acercar. Bonjour, le diré a la de cuello más largo. Le daré unas flores y de ahí a como sea nos daremos a conocer. Le contaré que yo iba a ser el próximo campeón de tiro de arco pero sacrifiqué la gloria por poder proteger a mi nación. “Siempre leal”. Le mostraría el balazo que tengo debajo del guante que Herrera pendejo que me dio. Aunque bien tuve mi venganza y le di en la oreja. Ni cómo excusar la euforia. Después de unos tragos de tequila la invitaría a mi habitación. Le enseñaría mi arco y haría como si le fuera a disparar. Después del susto la tranquilizare contándole una de mis más grandes hazañas. El día que esos socialistas de la pelaron.

—¿Qué son los socialistas? —le había preguntado Farías al General. Justo cuando estábamos detrás de la Iglesia.
—Pues estos, los estudiantes.
—Sí, ¿pero qué chingados quieren?
—Se la llevan gritando que quieren revolución e insultan al presidente. Que no ves que desde hace meses hacen revueltas y no hacen más que interrumpir el progreso.
—¿Eso es ser socialista?
—Yo creo. Puros mocosos —se quedó en silencio por un rato— ¿Traes tu guante?
—Afirmativo.
—Bien. Ahorita doy la orden de la Bengala.
   Actuamos como si nada y me dijo que me adelantara y que me mezclara entre los civiles. Traía puesta una chamarra negra, una camiseta blanca y pantalones azules. Me había acomodado entre vendedores ambulantes, unos ferrocarrileros, un montón de estudiantes, unos se veían muy chiquitos. Me compré una paleta de elote.
—¿Perdió su otro guante? —me preguntó el vendedor.
—Si —le respondí—. Ojalá pueda recuperarlo. Si lo encuentra me dice, por favor.
—Claro.
—¿Y por qué hay tanta gente aquí?
—¿Si ve a esos que están en el tercer piso?
—¿A los de los altavoces? Si. Los veo.
—Son de la CNH. El Consejo Nacional de Huelga.
—¿Y que traen o qué?
—Quieren el cambio más que nada. Exigen revolución. El gobierno que no deja de abusar de uno.
—Ya comprendo —le respondí.
—Yo siempre que me entero de que habrá un mitin me vengo, no solo para vender, si no para dar apoyo a la causa.
    De ahí unas muchachas con  batas médicas de la UNAM se nos acercaron con botes de la CNH. El señor echó dentro lo que le acababa de pagar yo por la paleta, además, sumé mi aportación con el primer billete que encontré en mi bolsa.
    El agradecimiento de las muchachitas fue más que exagerado. Revisé mi reloj, 5:50. Tomé a la muchachita del bote del brazo, espantada se volvió hacia mí.
—Disculpe señorita —le dije en mi tono más relajado— ¿Me podría contar sobre su movimiento?
—¡Claro! —respondió— le pasó el bote a otra que estaba vestida igual que ella y le pidió que siguiera con la colecta.
—Nuestro espíritu nace a partir del deseo de cambio —me dice—. Nuestros movimientos oficiales se remontan desde meses atrás, y la CNH inicia como huelga por parte de las escuelas que desean que se liberen a los presos políticos. Que eran mismos estudiantes. Desde entonces hacemos juntas cada que podemos e invitamos a toda la población a que se una a la causa. Lo que más coraje me da es que durante nuestras manifestaciones, que son totalmente lícitas en la constitución, haya intervención militar. ¡Han salido tanques de guerra para detener al propio pueblo! ¡¿Qué señal de unión es esa?!
Sé de qué tanque habla, a Herrera le había tocado manejar uno. Yo todavía no llegaba al D.F.
—Días después la intervención militar colonizó la ciudad Universitaria. Gente armada para tenernos como ganado.  Pero eso no nos detuvo para nada. Al contrario. Nos hizo crecer. Como ves, ahorita somos alrededor de 8,000 personas reunidas. En contra de la represión, de la injusticia de salario, de la privación de libertad. No somos idiotas. No nos dejaremos contra esos pelados.
   La exaltación era tremenda en esta muchacha. Como si estuviera segura de lo que dice.
Me quedé pensando por el momento. Y no le soltaba el brazo, era un apretón que de seguro ella pensaba que estaba emocionado por sus palabras. Mi mano con el guante era el que la tenía apretada. En aquel momento de seguro habría francotiradores localizados a lo lejos. El General tendría a parte del escuadrón lista, armada, dándoles instrucciones. La emoción de la muchacha entraba en mí, pero mis oídos y mi nariz –tenía un pésimo aliento a café- lo filtraban como algo impulsivo, agresivo dentro de mi. Aproveché y le pregunté:
—¿Qué es ser socialista?
  Abrió su boca para decir algo pero ya no la escuché. Detrás de la iglesia bengalas se alzaron y cerraron las puertas. Apreté a la muchacha contra mí. Su confusión creía que la quería proteger. Pero en cuanto le dije ¨Estás arrestada¨ y apreté mi pistola a su torso, la temperatura de su piel le cambió y su aliento se volvió peor. Mientras la jalaba al paredón donde había otros colegas del batallón Olimpia para que la tuvieran amarrada, un pendejo me empujó y me tiró. La muchacha escapó y sólo pude ver sus zapatitos de enfermera alejarse. Me encabroné como nunca lo había hecho. Yo fui el primero en disparar, y claro que supe a quién hacerlo. Le día en la rodilla al wey que me tumbó y eso me aseguró que ya no se escaparía. “¡No corran! ¡Son de salva!” Gritaban los del altavoz en el tercer piso. Pendejos. De ahí los gritos más recurrentes que escuchaba era que estaban armados, que habían cerrado las puertas, que están atrapados, que hay niños, que hay mujeres. Me apresuré la entrada del edificio Chihuahua para agarrarlos y en el trayecto de seguro habré disparado dos o tres balas con impresionante puntería. El grito de temor se volvió uno solo. Una melodía que tenia de percusión los balazos. El jodido de Herrera me dio en la mano y él no se dio cuenta. Yo le di en la oreja y él no se dio cuenta. Avancé dentro del edificio y me fijaba bien quién tenía guante blanco y quién no. A los que no de volada me los chingaba. Nos agarramos a una bola de estudiantes y les bajamos los pantalones y les quitamos la camiseta. Se mearon del miedo, era una conglomeración de pánico. Hicimos que se identificaran y los mandamos a cuartos que estaban en el mismo edificio. Los balazos seguían. Había gente tirada en el piso. Me imaginé que si quisieran usar tiza para marcar los cuerpos en el piso necesitarían al menos 10 paquetes y eso se me hace poco. Me asomé por la ventana donde estaban los meros meros de la CNH y asegurándome de tener mi guante blanco a la vista empecé a gritar “¡No corran! ¡Son salvas!” De ahí podía ver a los tanques rodear Tlatelolco y me dije que me hubiera gustado conducirlo. Nunca había manejado un tanque.
“Soldado no dispares, tú también eres pueblo” dijo alguien a quien le disparé.
No sabría en verdad a qué atribuirle la violencia de mi personaje. Las personas se despojaban de su individualidad y se convertían en objetos sin conciencia, corazones que latían o más fuerte o más lento. Dejaron de ser la cosa existencial por la que tanto alegaban. Los que estaban sin ropa contra el concreto de Tlatelolco agonizaban, dejando que el oxígeno repleto de pólvora entre por sus pulmones y heridas, dando bienvenida a la idea automática de la mortalidad. Sus vidas se habían vuelto más significativas que ayer y no se daban cuenta por estar concentrando su ser en dolor, como si el mundo no existiera, como si su lucha nunca hubiese ocurrido, como si hubiesen nacido y lo siguiente que les ocurrió fue estar derramando sangre junto a otros más. Guardé mi ametralladora. Varios habían logrado escaparse y en verdad no me importaba.  Hubo uno que otro astuto que se puso su calcetín blanco en la mano para disimular ser de los nuestros. ¿De qué color habrán sido mis calcetines en ese instante? La bota estaba muy apretada como para averiguarlo.  Bajé y el General me había pedido que tomara cuidado de unos presos. Eran dos enfermeras de la UNAM, no sabría si decir las mismas de hace rato, en aquel momento todas las caras eran el mismo blanco para mí. Les pregunte qué países veían más fuertes estas olimpiadas pero todas se rehusaron a hablar. Silencio femenino, qué cosa tan maravillosa. Al rato se las llevaron y yo me había estado aguantando las ganas de orinar todo ese rato. Fui a los baños del edificio pero todos tenían dentro a custodiados. Tuve que orinar en un excusado que tenía a un reportero esposado al lavamanos.
Admito que aquella tarde no asesiné a nadie. Pero les hice pasar algo peor que la muerte: vivir el legado que nosotros los poderosos dejamos. Anocheció y  me sentía muy cansado. Por suerte yo no fui de los que tuvieron que limpiar. Hasta entonces me di cuenta del dolor que tenía en la mano. Pinche Herrera. Me curaron antes que la bola de sangrados que me miraban con despecho y temor. Los saludé sosteniendo el guante entre mis dedos. Ya no era tan blanco.

La pregunta intrigante es: ¿Cómo le haces para dormir después de lo ocurrido? Después de haber sido participe en la represión que unos dirán más inhumana del México contemporáneo. Después de haberles fallado como protección. Bueno, amigos míos, la respuesta es fácil: Imaginando que tienes una bella y velluda francesa en tus brazos, escuchando fascinada tus anécdotas. Como si fueses una simple historia que contar, la máquina del maquinista.

Friday, January 2, 2015

Puerto Libertad

No fue de importancia
dejar de escucharte,
tu eco resonará junto a tu imagen
de felicidad, cuando te contaba
lo mucho que te adoraba.
Vuelve a mi.
Estaré en tí.

Es poco egoísta
y sin compasión
Quizá todo quedará
como terminó.

Con los pies en el agua
recuerdo la playa
tus historias largas
Puerto Libertad.
Repítelas otra vez.
Repite tu estadía
Reinicia tu eternidad.
Puerto Libertad.

Eres libre,eres libre.