Friday, April 25, 2014

2/7 Mares

—Tu comida sabe como a un beso.
—¿De veras?
—Si. A un beso negro.
     (Fast-forward a los argumentos un tanto triviales.)
—¡Eres un patán! ¡Mi madre tenia razón!
—¿Me vas a venir con esa frase estúpida, mujer? Recuerda que fuiste la que insistió en que no me ponga condón y tengamos a esa escuincla que en este momento debe de estar bien marihuana.
—Si está descuidada ha de ser por tu culpa, no eres el mejor ejemplo ¿sabes?
—¿En serio? Y cuando vas y te revuelcas con el veterinario sobre la jaula de perros has de ser un gran ejemplazo de persona.
—Al menos no estaba dando el ejemplo de ser un borracho vomita uniformes.
—¡Como si los hubieras lavado!
—Tal vez hubiera tenido que ¿Pero sabes qué hiciste? ¿Te acuerdas de lo que hiciste? ¡Le diste el uniforme vomitado al perro para que se lo comiera! ¡Al pobre perro!
—Y esa fue la excusa perfecta para que te vayas a perrear con el veterinario ¿no? ¡Deberías agradecerme!
—¡Yo puedo ir con él cuando quiera, por favor!
—¿Por favor qué?
—¿Qué de qué?
—¿Qué de qué, pues?
—¡Eres un patán! ¡Mi madre tenia razón!
       Dentro de la familia Mares se encuentra una gran discordia: Dado el caso de que mamá Mares y papá Mares no han estado muy contentos uno con el otro últimamente, un divorcio se aproxima. En la casa viven 7 inquilinos de la familia, que son madre y padre, sus 3 hijas, la abuela paterna y el perro, les dicen los 7 Mares. La madre se dedica a la limpieza de casas. Los martes (a veces lunes, miércoles, jueves, viernes y sábado) asea el hogar del veterinario para poder ganar algo y así ayudar a la familia. Ya que desde el desempleo de papá Mares -llegó borracho por doceava vez a la oficina y lo despidieron- la situación está aun más difícil. La abuela Mares solía ser enfermera, y desde su retiro recibe una medio generosa pensión de vez en cuando la cual aporta para el sustento. Las niñas van a la primaria y la más grande a la secundaria. El perro Mares no tiene un ojo. La historia de por qué la mascota no tiene un ojo varia depende de la temporada: Si es cuando mamá Mares está caliente y deseosa por juntarse con canes y orgasmos, la historia relatada es que el padre en una de tantas que llegó borracho, no se fijó y, con el auto aplastó al perro hasta el punto de que se le reventara un ojo. Cuando le dan su 'chequeo' al can y ambos regresan consentidos, la historia toma otro sentido. En esos casos, la persona responsable por la falla ocular es la madre, y papá Mares declara que una noche ella de tan urgida que estaba le sacó el ojo al perro con una cuchara como acto desesperado.
Nadie conoce la historia real, pero como yo soy un narrador omnipresente (menos en la iglesia), sé lo que pasó. En efecto, la madre tenia la tentación de sacarle el ojo al perro con una cuchara, pero había rechazado la idea, y cuando estaba dispuesta a volver al hogar, el padre llega borracho, sin embargo no aplasta al perro ¿Cómo fue que el perro quedó desojado? Imaginemos la siguiente escena: Padre Mares llega ebrio, sin poderse sostener de lleno, y con sus ojitos medio chuecos mira directamente -o un intento de mirada recta- a madre Mares.
—¿Que estás haciendo? —pregunta papá Mares.
—Quise salir un rato a tomar aire fresco.
—Como te encanta usar frases peliculeras.
—Y a ti los tragos culeros.
—Y las viejas culeras. Arréglate el pelo ¿no?
  Eso era algo que probablemente hubiera causado rabia en su mujer, pero al contrario. A pesar de que la llamó culera, señaló que le gusta. Se ruborizó un poco, se acerca a su marido que tiene poco control sobre su cuerpo. Le acaricia las mejillas y son suavesitas.
—Mis nalguitas de bebé —le dice la mujer.
   "Nalguitas de bebé" es el apelativo más ridículo que pueda existir -si puedes desmentirme mándame un correo-, y era así como Sra. Mares llamaba al Sr. Mares. Sus suaves mejillas era algo a lo que ella se sentía atraída. Por alguna razón, después de tanto tiempo, sus cachetes siguen suavesitos, cálidos, humectados y nada grasosos. El veterinario, al contrario, siempre traía un look con barba. La verdad es que la tiene para poder cubrir una marca de nacimiento que tiene en el área izquierda de su mentón. Un lunar en forma de martillo abunda en esa región, desde niño le hacían mofa cantándole: «Martinillo, martinillo ¿Donde estas? ¿Donde estas? Tócate la barba, tócate la barba. Rim bon ban, rim bon ban.»
Volviendo al romance entre los Mares, para este punto ambos ya se quitaron sus prendas de arriba porque había una llamita dentro de los dos había sido encendida. El ego de esposa Mares cuando es insultado queda vacío, hambriento. Para ser alimentado, había que entregarle -según el manual-: besos, masajes, masturbaciones y coitos (Todo por "su bien"). Y su esposo nalguitas de bebé, después de tantos años, sigue siendo su repartidor favorito.
—Hagámonos uno en el cosmos —dice la mujer, citando una frase genérica popular.
—¡Déjate de pendejadas! —responde bronco el don— Puras tonterías, yo solo te quiero dar
—¡Ay si! —se exalta.
—Ámonos.
Al momento de tenerse a ambos desnudos en el patio, y probablemente alguien los estuviese viendo (Es decir, tú y yo). Se arroja el hombre sobre la mujer, esta lo acepta con brazos abiertos. El punto que olvidamos es el severo caso de ebriedad del machote. Al tirarse sobre ella no calculó bien sus fuerzas ni su puntería y cayeron bruscamente sobre el perro. El perro chilló, pero él creyó que era ella gimiendo, y ella creyó que era el gimiendo -esa clase de sonidos suelen hacer-. Así que sobre el perro inmóvil lastimado, empieza su penetración.
—¡Duro! ¡Duro! —gritaba la mujer.
  Él, obediente y con empatía le da más duro. El perro empieza a chillar aun más, lo cual excita a ambos a un nivel que creían que ya no alcanzarían. Al momento en el que se acerca el orgasmo mutuo -posible como 1 en un 1,000,000-. Los dos realizan el movimiento de contracción caderística más fuerte de sus vidas. Y por ende, el pobre perro despanzurrado se le escapa un ojo. Difícil fue de explicar a la mañana siguiente, orgullo y carrilla estaba en juego. Desde ahí surgió la guerra de culpas.

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