Sunday, February 9, 2014

Radio Suicidio

Este tipo de historias no solía creerlas ni mucho menos temerlas. Me estoy refiriendo a esos acontecimientos únicos que le pasan a algunas personas: como ver gente sin pies deambular a media calle, o la anécdota de un narcotraficante que jura haber visto en la sierra a la santa muerte en una carroza. También los rumores de un gimnasta alemán que en media presentación mientras hacia una parada de manos sobre barras perdió toda fuerza, cayó directamente sobre su cabeza y estuvo inconsciente por 13 minutos, y al volver en sí platicó con toda creencia que la Virgen Aria tuvo una charla con él y lo regresó a la vida. Desde entonces aquel gimnasta se retiró y ahora es un fiel practicante del catolicismo. Pero dado el caso de que algo extraño me ha estado sucediendo estos últimas días, ya no me queda mas que romper con mis concepciones respecto las experiencias únicas que podemos llegar a pasar.
Un martes que estaba aburrido en mi habitación, se me ocurrió encender la radio y buscar algo que escuchar, esperando encontrar algo nuevo e interesante; ya sea una canción, o algún programa de locutores con cosas interesantes que plantear. En FM pasé el sintonizador por todas las posibilidades y nada me convencía. Sonaban canciones pop del momento, o si no transmitían comerciales políticos estafadores. Decidí cambiar a AM. Trágicamente desde donde vivo ninguna estación podía ser alcanzada. Resignado volví a FM y mientras movía la perilla de selección de canales, una estación una nueva apareció. Justo en 89.1, una estación de la que nunca había escuchado hablar, el sonido empieza a tomar figura. Poco a poco, una voz de un hombre que suena elegante empieza a hablar a manera cirquera:

«Decide si sintonizar o no,
Radio Suicidio tiene historias contar.
Pensamientos que florecen y marchitan,
Radio Suicidio
¡Todo es un lío!»

¿En verdad existía un estación como ésta? ¿Radio Suicidio? Un nombre curioso para una estación de radio. Música cirquera suena fuertemente y el presentador eleva su voz, como si estuviera festejando.

«Tenemos princesas adictas,
principios infectados,
nihilistas con miedo.
En Radio Suicidio
¡Todo es un lio!»

Yo, desde mi habitación me acosté en la cama y permanecí escuchando Radio Suicidio. Me interesé en ésta estación de la que no sabía ¿Será nueva? ¿Por qué no dirán los protocolos de las estaciones? Como su locación o un número de teléfono. El hombre cirquero sigue hablando.

«Las canciones las elige la audiencia.
Díganme con qué se quieren cortar la yugular hoy.
tenemos una gran colección
desde días sangrientos
hasta paraísos prohibidos.
Recuerden que su gran amigo
DJ Tánatox está a sus ordenes.»

La música bajaba su volumen y el estudio de DJ Tánatox recibía una llamada. Él, cortesmente respondió la llamada y la conversación inicia:

—Radio Suicidio, todo es un lio. Buenas noches ¿Quién habla?
—Buenas noches, me llamo Escarabajo —Escarabajo parecía ser un hombre joven, quizá un poco borracho en ese momento por su forma de hablar—. O al menos así me conocen.
—Y dígame joven Escarabajo ¿Cuál es su petición?
—La de Desperté, de Café Tacvba.
—¡Ah! —exclamó el presentador— Creo saber cul es ¿No es esa que dice "Exploté, en mil pedazos reventé"?
—Sí, esa.
—Bueno joven Escarabajo, en un momento escuchará Desperté de Café Tacvba, y como sabrá, es parte del proceso ¿Qué lo llevó a querer escuchar esa canción?
—¿Nunca has sentido cientos de personas pisoteandote todo el cuerpo contra el piso?
    El conductor no respondió, asumiendo que era un pregunta retórica.
—Como gente marchando por lo que eres, y fuera de todo el cuerpo, tu mente, y quizá hasta el espiritu te pisotean —aclaró su garganta—. El dinero es una bestia ¿lo sabias?, Los bancos me llaman, me exigen dinero, les respondo que hago lo que puedo. Y aparte de eso, hace poco me divorcie, y tengo que pagar la pensión de dos niños, que honestamente dudo que sean míos, y mas aún porque su madre se niega a la prueba de ADN, diciendo que no es necesaria. Son esas y otras más: —inhaló fuertemente, como si estuviera a punto de dar el discurso de su vida.— El gas, el teléfono e Internet, la renta atrasada, la cuenta de la luz, mi cuenta en el banco, la pensión de lo niños y sus uniformes, libros de texto y la colegiatura los impuestos, la gasolina, el servicio del carro. Aparte, se rompió una tubería y tiene que ser arreglada. El agua, que es lo único que tengo cubierto, sale fría y en mínima cantidad, y lo que sale tiene un mal sabor. Intenté vender mis cosas pero nunca he sido muy bueno con la gente y tampoco tengo mucho de valor. Quizá por eso me vine divorciando. Ni con los niños me la llevo bien, a pesar de haber pasado algunos años con ellos. En fin, la sociedad no me está permitiendo desarrollarme. Si ahorita te hablo es porque lo hago desde una cabina telefónica con unas moneditas que sobraron. Me quedé tirado sin gasolina cerca del río. Sólo me queda la poca batería al carro, como para escuchar una buena canción.
—¿Y a qué te dedicas? —pregunto el DJ, extrañado— Aun no has acabado.
—Bueno, no. Aún no —admitió Escarabajo—. En una fábrica hago unas cosillas, y lo que gano es una miseria.
—¿Y qué haces con esa miseria? —preguntó el conductor, como apuntando recto y seco al blanco.
—La realidad es difícil, ¿sabe? Yo no la aguanto, y pues escapo de ella a ratos.
—Escapas de la realidad.
—Si
—¿Cómo?
—Nada grave, de vez en cuando me tomaba unos tequilas, a veces salia a fumarme un poco de hachís. Me vengo en el carro acá al río y me lo meto para relajarme.
—Así que hachís y tequila.
—Si —respondió, en un tono menos lúcido.
 El conductor hizo un ruido con su garganta.
—Entonces ahora debes de tener deudas con los traficantes. Te tienen amenazado y ya no sabes que hacer, porque hachís y tequila no son los únicos ingredientes de tu cóctel.
—¿Cómo...? Eso no es de tu incumbencia —reaccionó grosero Escarabajo, queriendo defender algo totalmente vulnerable—. No le encuentro caso a estármela viviendo flaqueando si al final no gozo de nada. No tengo a nadie, y ninguna razón para seguir batallando. Me rindo.
  Se cortó la llamada. Escarabajo se rehusó a seguir hablando.

DJ Tánatox rió un poco.
—Radioescuchas los dejo con esta canción de Cafe Tacvba titulada Desperté.
     La voz del vocalista ejecutaba un gran sentimiento, y cuando sujetó una nota cantando, sentí un hormigueo -o mas bien escarabajos caminando-, viajando por mi cráneo hasta el final de la espalda. Eso me llevó a caer en sueño. Al día siguiente, la radio no estaba encendida debido a un apagón que ocurrió en el barrio.
En la mañana, me monto a mi carro y me dirijo al trabajo. Como usualmente lo hago, escuchaba las noticias; el locutor hablaba en su tono natural, claro y fuerte mientras redactaba una nueva:
     «El joven encontrado muerto esta madrugada ya fue identificado como Edgar Orozco Villa, de 26 años de edad. Autoridades sospechan que el sujeto fue asesinado con algún explosivo en las afueras de la comunidad. Posible arma empleada le fue sujetada en el tórax a contra de su voluntad y consiguiente a ello, explotó dejando sus pulmones y riñones destrozados. Autopsias serán realizadas para descifrar la causa especifica de su muerte. Civiles declaran que el ahora difunto "explotó de tanta cochinada que se metía". Los tendremos al tanto, gracias por sintonizarnos. Los dejamos con este corte comercial».

Recordé al joven Escarabajo que había llamado ayer a Radio Suicidio. La estación de la que nunca había escuchado antes, y de la relación que había entre la definición del cadáver, y la canción que había solicitado.  DJ Tánatox mencionó algo de reventar en mil pedazos. La relación era definitiva, y probablemente no haya sido un homicidio, si no un suicidio hecho de alguna forma.
Al llegar a la oficina comenté éste descubrimiento con mis compañeros. Impresionados, sintonizaron en la radio del local 89.1 FM. El resultado sólo fue ese sonido rasposo que ocurre cuando se está sobre una estación sin emisor. Me llamaron loco, y me dijeron que dejara de juntarme con Edgar, quien al parecer. era reconocido en la comunidad por pasarla todo el día bajo efecto de alguna sustancia. Cosa irónica, yo no tenia idea de quién era. Al acabarse mi jornada, me retiré a mi departamento, aun creyendo en Radio Suicidio. Estaba dispuesto de volver a escucharla. Mantuve sintonizada 89.1 todo el resto del día y no recibí señal alguna. Únicamente ese ruido ininterrumpido, que me provocaba dolor de cabeza. Tuve que tomar un descanso. Salí con una bebida y afuera ya había oscurecido. Dos señores tomando cerveza hablaban sobre Edgar Orozco.

—¿Te enteraste del muertito? —le comenta uno al otro mientras bebe de su cerveza light.
—¡Ah, Si! —responde el otro hombre, efusivo— Es el conocido de una prima de mi esposa. Dicen que le debía dinero a unos del cártel y no quería pagarles lo que les debía, y lo despacharon.
—¿De verdad? —pregunta el hombre después de un eructo por la cerveza— No creo ¿qué dinero les iba a lograr pagar si estuviese muerto? Les sirve mejor vivo, digo yo, así lo tendrían amenazado a él y su familia.
—Pues sabe. Eso me dijeron —respondió su amigo, confundido—, y aparte que ni tenia familia. Se murió su madre, se divorció, y desde entonces lo veías vagar de vez en cuando por ahí todo lelo.
—Se me hace mas probable que se haya matado —dijo el señor, en teoría— para huir de lo que debe.
—¿Tú crees? —y tomó de su cerveza— Puede ser. De tantos químicos que se metía de seguro le explotaron por dentro al maricón ese.

Vaya. Me sorprende el impacto de la gente respecto a un -posible- suicidio. Es acojonante como está visto el aniquilarse a uno mismo por diferentes grupos sociales. Algunos lo consideran un acto heroico; un sacrificio hacia los dioses, seres valerosos por disponerse a provocarse una asfixia o que le vuelen los sesos y queden plasmados en la pared como pintura contemporánea. Otros lo ven una tontería; el acto cobarde más grande, el de huir de los problemas por medio de la muerte. En mi opinión, diría que se ocupa mucho valor para ser así de cobarde. Es como una gelatina: una mezcla de las dos temperaturas del valor y la cobardía.
  Tomé un poco de aire. Por coincidencia, la bebida que había sacado era la misma cerveza que tomaban  aquellos señores. Al acabármela, entré de vuelta a mi apartamento y Radio Suicidio seguía ausente. Cambié de planes, me subí a mi automóvil y me encaminé al río local. Estaría como a unos 5 minutos desde donde me encuentro. Encendí el carro y la estación la cambie a 89.1, y ahora, en lugar de escuchar ese ruido agresivo y rasposo, una canción sonaba. La había escuchado antes. La letra dictaba algo como "Guardo dos compases, de respiro, de alivio, de silencio. Guardo y dejo todas mis fuerzas en ésta frase y ésta melodía". Era la misma de anoche. Al acabar, la estación volvió al doloroso sonido y opté por bajar el volumen. Al rato llegué al río y ahí estaba una Silverado. Por alguna razón, las autoridades no la habían encontrado. Me acerco, y el coche tenía un terrible aroma, peor que el de perro muerto y orinado, con un toque de pinacate aplastado, tenia los asientos remojados por tequila y aroma típico de hachís. Y en efecto, dentro estaban las botellas las tequila, y otra de agua. En la guantera había cinta adhesiva industrial, una bolsa que tenia toda la pinta de cocaína, y en seguida una extrañas piedras parecidas a carbón, solo que más grisáceas, del tamaño de una pelota de béisbol. En la estación de radio estaba sintonizada la 89.1. Este Silverado sin duda era de Edgar, también conocido como Escarabajo, pero él no se encontraba, por obvias razones. Inspeccioné de cerca esa piedra extraña...

—Carburo de calcio —me dijo alguien que estaba a mi espalda. Me asusté.
   Me volteo, la persona que me habló era un adulto vestido con un smoking morado, pantalones morado, una camisa del estilo del renacimiento, su pelo estaba canoso, y su cara era picuda. Traía puesto un sombrero de copa alta que le hacia juego al smoking.
—¿Perdón? —le pregunté, confundido.
—Eso que tienes en tu mano —apuntó— Es carburo de calcio.
—¡Ah! —comprendí— ¿Y qué hace o qué?
—Verás. Me pasas la botella vacía ¿por favor? —Me pidió, y extendió su mano. Se la dí. Teniéndola a un lado se equipó con un martillo que estaba en la cajuela, y en una superficie golpeó la piedra hasta que se haya convertido en muchos trocitos de la misma para introducirlos dentro de la botella.— Te recrearé a Escarabajo.
   ¿Escarabajo? Es el seudónimo que usó el joven encontrado muerto esta mañana. Y eso es algo del que sólo dos personas aparentemente se habían enterado: DJ Tánatox y yo. Ésta persona, sin duda alguna, era DJ Tánatox. Opté por permanecer callado respecto a eso. Convenientemente -quizá demasiado- un escarabajo venía rodando una generosa bola de popó. Parecía totalmente empeñado en movilizar ese trozo de excremento; lo hacía como si para eso hubiera nacido, para estar llevando caca de un lado a otro. DJ Tánatox, que, traía unos guantes finos blancos puestos, lo agarró del tórax, separándolo de su preciada bola de popó y a fuerza lo introdujo en la botella. En el fondo habitaba un escarabajo descubriendo ese limitado espacio. El hombre tomó un trozo de excremento y lo metió junto con el escarabajo. Al verla caer, este se acuesta encima de ella como si fuera un preciado oso de peluche para una niña. Fruncí un poco el ceño al ver ese acto. Él sólo rió ligeramente.
Imagen: Miguel Alejandro Fernàndez
—Por más blanco el guante —me dijo— se tiene que ensuciar, y no hay problema, porque la piel queda intacta.
   Eso me cambió la cara de leve asco a leve entendimiento.
—Ahora ocupo la botella que tiene agua. —me solicitó.
  Se la pasé, en silencio.
—Jojojo! —carcajeó— me siento todo un científico.
    Dentro del envase con carburo de calcio, un escarabajo y su preciado trozo de excremento, empezó a verter agua. La reacción fue que un humo de gran presión saliera. Siguió trasegando agua, y en cierto punto la cerró fuertemente usando la tapa.
—¡Ahí va Escarabajo! —gritó, mientras arrojó la botella al aire. No sé si se refería a la persona, al insecto o a ambos.
La botella estaba siendo inflada por el humo que salia de la reacción, no se soportó y explotó. Se podía apreciar el humo dispersarse por el paisaje. De pronto, de la gran masa de humo, el escarabajo sobrevivió, y ahora su forma cambió. El escarabajo había sacado sus alas. Se le veía escapar del humo en zig-zag. Probablemente porque se ha aturdido. Éste escarabajo, sin duda alguna, tenia una coraza muy resistente.
—Esas alas le acaban de surgir —me dijo, mirándolo con una sagaz sonrisa, como la de un padre apreciar a su hijo caminar por primera vez.— igual que a Edgar.
   Ambos quedamos en silencio, pensativos. Yo mantenía una posición cabizbaja.
—Pero no es algo para entristecerse. Él tenia alas por dentro, listas para despegar. Siendo una criatura atrapada en una prisión transparente, crees que hay algo mas allá pero no lo alcanzas, y eso porque el escarabajo se sujeta con toda pasión a su excremento. Les encanta la materia fecal, y a otros las fuerzas externas los meten dentro de la botella. De todas maneras, terminas atrapado, sujetado a la popó recolectada, y cuando menos lo esperas la presión se intensifica a modo que no aguanta la jaula y explota, y tú junto con ella, ahí es cuando el escarabajo puede volar. Una metamorfosis incidental, hemos de llamarlo.
  Me quedé callado, en verdad no tenía nada que objetar, e inicié a imaginarme a Edgar. No sé como sea físicamente, pero inmediatamente lo representé flaco y ojeroso, empujando una bola de popo con papeles de cuentas no pagadas incrustados y en el camino encontró otra bola de excremento, pero esta traía botellas tequileras de alta calidad, hachís, cocaína y carburo de calcio, y la inició a llevar consigo. Quizá las dos bolas se fueron haciendo demasiado grandes hasta el punto de combinarse y hacerse una gran bola de excremento que amaba y odiaba; que era lo único que tenia. Lo único de lo que pendía quisiera o no. Y en el momento en el que le fue vista en peligro esa posesión, la intensidad del ambiente se formó inhabitable. La presión alrededor de Edgar el Escarabajo llegó a no poder mas y...
—¡BAM! —gritó DJ Tánatox, extendiendo sus manos simulando una explosión como si estuviera leyendo lo que pienso, dándole el final esperado a la historia. Se echó a reír.
Después de eso, seguí el trazo del escarabajo volando hasta que perdí rasgo de él. DJ Tánatox desapareció.
Volví a mi automóvil, lo encendí, y la radio se prendió junto con el carro y una voz cirquera en un volumen bajito exclamó:
«Radio Suicidio ¡Todo es un lío!»

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