El departamento no tenía ni un perro mueble,
yo dormía en algo que acuñamos la cosa verde
porque no alcanzaba a ser más que eso.
No había ni un desgraciado mueble,
lo cual Poncho y yo aprovechamos para jugar frontón
con una pelota de ping pong sucia
y sartenes y platos que improvisamos como paleta.
Poncho y yo practicábamos techskill de smash,
jugábamos melee en mi laptop
y cierta ocasión que se fue la luz
nos atrincheramos en las bancas de comunicación
para echar la reta.
Poncho y yo descubrimos Yellow Magic Orchestra
y nos tronó una tacha que ni sabíamos que existía.
Nos veo cenando galletas cuétara,
dándole pingpongazos a la pared
y la femme chinoise en repeat
desde las terribles bocinas de mi computadora.
Poncho y yo vivíamos juntos
y no he dejado de llamarlo mi amigo.
Alguna vez bromeamos en wasap
que éramos una reiteración aguapretense de YMO:
Yo era Ryuichi Sakamoto,
Aziz, Haruomi Hosono,
Poncho, Yukihiro Takahashi.
Yellow Magic Orchestra es un modelo,
un torrente para el charco
en el que intersecamos.
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